Rocío Carrasco se reúne con su madre, Rocío Jurado, en Houston

Por hola.com

En cuanto supo que había ciertas complicaciones, Rocío Carrasco, acompañada de Rosa (esposa de Amador Mohedano), tomó un avión a Houston para estar junto a Rocío Jurado. La cantante de Chipiona había llegado a la clínica Anderson el pasado lunes y, al parecer, fue una vez allí cuando los médicos decidieron someterla a una delicada prueba.

Rocío Jurado viajó esta semana a Houston para tratarse de su dolencia, un cáncer de páncreas que le fue detectado el verano del 2004 y en lo que se dijo que iba a ser una revisión rutinaria. Con ella iba José Ortega Cano, su marido y su gran apoyo en todo este largo y duro período. Parece ser que su hija mayor no tenía pensado viajar a Estados Unidos en ese momento debido a su colaboración en el programa de televisión de María Teresa Campos. Sin embargo, al conocer que a Rocío le iban a hacer la citada prueba no se lo pensó y se reunió con ella.

El coraje de Rocío
Rocío en ningún momento ha querido ocultar la enfermedad que padecía. Con coraje y valentía, daba a conocer ella misma en una rueda de prensa difícil de olvidar el mal que padecía. "Tengo cáncer" pronunciaba ante micrófonos y cámaras de televisión en el verano del 2004 y su voz se entrecortaba. El mismo coraje le acompañaba hace un par de semanas cuando se sentaba frente a Jesús Quintero para hablar, por primera vez desde aquel terrible anuncio, de cómo ha vivido este año y medio, luchando contra terrible enfermedad.

‘La más grande’ desvelaba sus temores ante su público y su voz se volvía a entrecortar cuando revelaba cómo se sintió al entrar en el quirófano: "Como tengo también el problema de las alergias y todas esas cosas, yo creía, como era una operación larga y tal, yo dije, de aquí a lo mejor no salgo, le dijo al médico: mira, si me quedo en la operación, (esto es muy fuerte para mí incluso recordarlo) le dije: "Ponerme una inyección de esas que reaniman aunque sea tres minutos para decirle adiós a mi gente, lo único que me importaba, porque cuando entras allí, te ves tan sola que dices: "¿Y no me voy a despedir de nadie si me pasa algo?".