Ana Obregón: 'De mi relación con Beckham no voy a hablar porque soy una señora'

Por hola.com

Cuando todavía está en plena efervescencia la polémica creada entre Ana Obregón y Victoria Beckham, la popular actriz posa ahora, elegante, en estas páginas para responder en exclusiva a las palabras de la esposa del famoso futbolista del Real Madrid. Ana, que prepara una nueva serie, «Ellas... y el sexo débil», tras el éxito de «Ana y los siete», dice que el incidente con Victoria ocurrió hace tres semanas, pero que se ha sabido ahora.

—Hay una cosa que no entiendo —inicia Ana la conversación— y es que cómo una mujer con clase puede acercarse a una persona y humillarla delante de todo el mundo con una serie de insultos a los que no he contestado ni voy a contestar porque soy una señora, y lo he demostrado. Y ella, por mucha «lady» que sea, no lo ha hecho.

—¿De verdad que no provocaste tú ningún tipo de situación, Ana?
—Te diré que vuelvo a no entender cómo una mujer que es tan guapa, tan inteligente, tan culta, que lee tanto, que tiene tantas inquietudes intelectuales y un matrimonio tan modélico como el suyo, pueda estar tan celosa de mí si soy, como me ha dicho, ¡madre mía!, una Barbie de mediana edad y que cómo su marido iba a estar interesado en una vieja como yo. De verdad que no entiendo
—A lo mejor la cosa viene de atrás, Ana.
—Mira, quien se pica, ajos come. Además, creo que, con lo que me ha dicho, está insultando a todas las mujeres de cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco y cuarenta y seis años. Si está llamando viejas a esas mujeres... Imagínate tú... Yo no llamo eso ni a mi madre, que tiene setenta.
—¿Nunca has cruzado palabra con ella desde que llegó a España, hace dos años y medio?
—Jamás.
—¿Y con su marido?
—De mi relación con David no voy a decir nada porque soy una señora y me tengo que callar.
—Pero en el pasado ya hubo rumores. Acuérdate de cuando vivías en el mismo hotel que ellos porque estabas de obras en tu casa.
—Repito que voy a ser una señora y me voy a callar.
—Te cierras en banda.
—Lo único que voy a decir es que conocí a David en el hotel Santo Mauro y que me parece un buen futbolista y una persona muy humilde, todo lo contrario que Victoria.
—Pues se llegó a decir que Victoria y tú hasta os hicisteis amigas.
—Lo que pasa es que, cuando llegó a España, ella me daba mucha pena porque pensaba que todos la huían, aparte de pensar: «¡Pobre mujer! ¡Qué triste tiene que ser que su marido tenga tantos romances y escándalos! ¿Por qué le aguantará?». Como mujer, me solidarizaba, en cambio.
—De verdad, Ana, que me cuesta mucho creer que nunca hayas cruzado una palabra con Victoria.
—Desde que me fui del Santo Mayor, he intentado estar alejada.
—De esa manera, quien evita la tentación, evita el peligro.
—No quiero entrar en ese tipo de juegos. Yo soy famosa por mi trabajo. Yo sí que podía haber sido una auténtica «niña pija» por mi familia, y ella, por lo que me ha demostrado, no entiendo por qué le llaman «pija», porque ha sido una ordinaria y una prepotente por la forma como me ha hablado.
—Estás dando a entender que donde pensabas que podía estar David tú no ibas.
—Así es.
—¿No sería al revés, Ana?
—¿Cómo?
—Pues que tú ibas a los sitios que Beckham frecuentaba.
—Mira, yo he tenido que dejar de ir a sitios a los que iba durante mis cuatro años de relación con Davor Suker, que, como sabes, también fue jugador del Real Madrid.
—Y Victoria y tú, en el mismo gimnasio, por si fuera poco.
—Por si fuera poco. Yo era socia desde hacía ocho años, pues, ¡hala!, ella se hace socia del gimnasio.
—Precisamente del incidente del gimnasio quería hablar ahora.
—Pues vamos.
—¿Quién dio el «primer paso» de las dos?
—Ella. Yo estaba en la sala de estiramientos. Victoria se acercó y yo la saludé muy educadamente.
—Dos besos, con la mano, de palabra...
—Le dije: «¡Hola, Victoria!», en inglés, a lo que ella me respondió: «¿Hablas inglés?».
—¿Y?
—«Perfectamente», le contesté.
—Y comenzó todo.
—Empezó a insultarme. Entonces, yo le comenté que por qué no nos íbamos a otro sitio más reservado, ya que había más de cien personas a nuestro alrededor. Pero no me hizo ni caso.
—Me aseguras que sin motivo alguno