Humberto Janeiro, padre de Jesulín: 'Mis hijos saben donde estoy'

Por hola.com
‘Mis amigos me ayudan cuando hace falta’
—Por cierto, el tema de su divorcio.

—Muy pronto lo tendré.
—Continúa pasando la pensión.
—Le paso a Mari Carmen mil euros mensuales y lo único que percibo de mi pensión son cuarenta mil de las antiguas pesetas.
—Humberto, eso es difícil de creer viendo cómo vive usted.
—Pues así es.
—Su ex mujer decía que tenía negocios por detrás.
—No tengo más nada a estas alturas de mi vida. Antes, cuando llevaba los negocios de Jesús, pues disponía de algo más, pero desde que le entregué todo, ya no tuve más nada.
—Entonces se mantiene del aire.
—Ahora estoy pintando y tengo amigos que me compran cuadros y me ayudan cuando me hace falta.
—¿Ve mucho a sus nietas?
—Desgraciadamente, no las veo todo lo que querría. Y me pregunto la razón.
—Al menos le preguntará a su padre.
—Sí, le pregunto a mi Jesús que cómo están las niñas y él me dice que muy bien. La última vez que vi a Julita fue el día de su bautizo, hace más de un año.
—Entonces ve más a Andrea.
—Tampoco. Un día me encontré con ella y la vi por casualidad. Iba con su padre y la vi dos minutos. Me dijo ‘Yayo’ con un poco de desconfianza, porque no tiene roce conmigo. Y eso duele mucho a un abuelo.

‘Algún día, esa gente le fallará a Mari Carmen’
—Habrá hecho algún ejercicio de conciencia sobre todo lo que ha sucedido.

—Pienso que todo esto ha venido no sé por qué regla de tres.
—¿Le parece poco?
—Sí, bueno, por la infidelidad, por supuesto. Pero creo que las cosas tienen su arreglo, y no como aquí, que ha sido todo muy fuerte de buenas a primeras. Creo que Mari Carmen ha estado muy mal asesorada por personas de su alrededor, que la han estado machacando en contra de mí. Gente que algún día seguro que le va a fallar.
—Muy seguro está, Humberto.
—Lo sé. Yo no he hecho tanto daño como para perder una amistad total con mi ex mujer. Porque entre nosotros no existe ningún diálogo. Ella viene con su abogado por delante.
—¿No ha pensado que ella puede estar tremendamente herida por usted, Humberto?
—Sí, pero yo no soy capaz de reaccionar como ella lo ha hecho conmigo.
—Póngase usted en su lugar.
—Aunque ella me hubiera sido infiel, yo nunca le hubiese tenido el odio que ella me tiene.
—Pero se habría separado de ella.
—Habría roto, sí.
—¿Tan sólo por una infidelidad?
—Por una vez... y hasta por media.
—Eso no es medir las cosas por el mismo rasero, Humberto.
—Un hombre es un hombre.
—Imagine que un día se encuentra con su ex mujer por la calle.
—La saludaría y me interesaría por ella.
—Hace poco tuvo que ser internada.
—Y yo le he preguntado a sus hijos por ella, pero no puedo ir en persona a verla. Si para ver a Jesús cuando tuvo la última cornada ya tuve problemas...
—¿Con quién?
—Con la familia, con María José. Luego, me imagino que ella se habrá dado cuenta y habrá dicho: ‘¿Por qué iba yo a decirle a Humberto que no entrara si es su padre?’.

‘Conozco a mis hijos mejor que nadie’
—No serán sus hijos tan duros con usted como aparentemente les pinta, Humberto.

—No, duros no son. Solamente se han dejado llevar por malos consejeros. Yo conozco a mis hijos mejor que nadie y ellos no son para nada así.
—¿En qué parte de la finca estaba usted viviendo hasta ahora?
—En la entrada principal, en el primer edificio que se hizo. Yo tenía mi salón con el pequeño museo de Jesús, mi terraza, un pequeño gimnasio. Mari Carmen vive sola en una casa que puede tener setecientos metros construidos.
—Pues en la que usted estaba tampoco andaba corta de espacio.
—Es cierto. Podía tener trescientos o cuatrocientos metros. Piensa que antes de la ampliación todos vivíamos allí. Tiene dormitorios arriba y abajo.
—Su nuevo hogar quizá no sea tan amplio.
—Viviré en el chalet que he alquilado con opción a compra en Arcos de la Frontera. Mi Jesús me ha dicho que él me va a ayudar a comprarlo.
—Usted tiene parte del usufructo de ‘Ambiciones’.
—El cincuenta por ciento. Mari Carmen tiene el otro cincuenta, pero yo pongo mi parte a disposición de mi hijo cuando él quiera. Se lo firmo a cambio de nada.
—Usted ya no le lleva ningún negocio a Jesús.
—No. Desde hace ya dos años.