Entrevista y fotos exclusivas: Humberto Janeiro, padre de Jesulín, deja 'Ambiciones'

Por hola.com

Llega conduciendo su Jaguar verde. Por su camisa de lino asoman diversas cadenas de oro, material del que también está hecho su reloj. No se puede negar que es un hombre educado y muy correcto, con desparpajo para dar y tomar. Viene de dar un portazo a lo que han sido quince años de su vida en «Ambiciones », la finca de su hijo Jesulín de Ubrique. Dice que se va porque quiere. Que nadie le echa. Que se siente solo y marginado. Se va lejos del castillo familiar. Asegura que no va a volver la vista atrás y que sus hijos, si quieren, saben dónde encontrarle. A veces no sabes si va o viene. Tiene tablas en el escenario de la vida. De eso no hay duda. Basta con observarle y ver cómo se desenvuelve con unos y con otros.

La cita es una venta al borde de un lago de la localidad gaditana de Arcos de la Frontera, el lugar al que Humberto Janeiro se ha trasladado a vivir. Se trata de una casa de dos plantas que está completamente decorada. Salón-comedor, cocina, zona de estar bajo un lucernario por el que entra luz natural, su estudio de pintura y dos dormitorios en la planta de abajo. En la de arriba, otro espacio aún diáfano. Jardín, garaje y piscina: ‘Necesito hacer deporte cada mañana por mi condición física’, explica. Se le nota contento a Humberto, pero se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de sus hijos, en especial de Jesús. Y para nada parece teatro. Fe damos de ello.

‘Mis hijos saben donde estoy’
—Pregunta obligada y sin rodeos, Humberto. ¿Se va o le echan?

—Me voy porque yo quiero. Me sentía sólo y marginado. He preferido irme a un sitio donde pueda rehacer mi vida en contacto con otras personas. A la finca no podía llevar a nadie para charlar.
—Pero sabía a lo que podría exponerse si se quedaba en la finca.
—Yo pensaba irme de allí, pero no sabía cuándo. Ha sido una marginación progresiva. No es que mis hijos me hagan más o menos caso, porque nuestra relación es buena, sino que ellos hacen su vida. Prefiero irme y vivir mi vida solo, y cuando mis hijos y mis nietos me quieran ver saben dónde estoy.
—De todas formas, mucho contacto con ellos no parece tener.
—Muy poco. Nos vemos, nos saludamos... Como te decía, me llevo bien con mis hijos. —Vale, pero antes acompañaba a Jesús y a Víctor cuando iban a torear.
—Ahora no lo hago por si en la plaza está alguien de mi familia. De esta manera evito muchos roces. Pero les llamo cada vez que torean.
—Su relación con Jesús entonces no ha cambiado.
—Exactamente igual. Con quien más roce tengo es con mi Jesús, porque es el que más está en la finca.

’Papá, lo que tú haces estará bien’
—Le habrá dicho a él que se marcha.

—Sólo se lo comenté a él y me dijo: ‘Papá, tú sabes lo que haces, y lo que hagas estará bien’.
—Con su hija todo parece seguir igual.
—Mi Mari Carmen continúa sin dirigirme la palabra, y todavía no sé por qué. Yo me he separado de su madre, no de mi hija.
—Sí, pero una madre es una madre para un hijo.
—Lo sé. Pero no lo entiendo, de verdad. De todas formas, si mi hija quiere un día recibirme, yo iré encantado.
—Se ha dicho que estaba embarazada.
—Ni idea, no sé nada de eso.
—No cuenta para nada. No sabe nada de ellos.
—Así es.
—Mira que si un día Jesús le dice: ‘Papá, vuelve a casa’...
—En ese caso...
—Pero si no, ni de visita, como se suele decir.
—No. Yo me he marchado porque creo que es mi destino.

‘Quiero libertad’
—¿No será que alguna de sus ‘amigas’ le ha dicho: ‘Humberto, ahora o nunca’?

—Yo sigo igual. Tengo mis amigas, personas que me admiran, me quieren y me aprecian. De momento no voy a meter en casa a ninguna. Ahora prefiero vivir solo. Vengo de una experiencia de treinta años de matrimonio y en este momento de mi vida quiero la libertad.
—Un poco de ‘picaflor’. De aquí para allá sin compromiso ninguno.
—Sin compromiso ninguno. Así, sí. Y si un día alguna de mis amigas me dice que o me caso con ella o se marcha de mi lado, pues ahí tiene la puerta abierta.
—¿Es usted hombre de una sola mujer?
—Nuestra religión nos dice que seamos hombres de una sola mujer, pero a todos nos gusta más de una. Lo que pasa es que a mí se me ha visto más por ser una persona pública.
—No puede ni debe generalizar, Humberto.
—Pero es que el corazón te dice que quiere más.