Así funciona el microchip de las mascotas

El microchip subcutáneo ha revolucionado la forma en la que se identifica a las mascotas, pero algunos de sus detalles siguen siendo una incógnita.

Por Cristina Soria

El microchip que se le inserta a nuestras mascotas, bien sean perros o gatos, debe introducirse bajo la piel en la zona del cuello o en la cruz. Se trata de un chip de apenas 11 mm que contiene solo un dato: un número de identificación. De esta manera, cuando los veterinarios o autoridades leen el código, pueden acceder a una base de datos para contrastar cuál es el nombre de la mascota, de su dueño, dirección y contacto.

Por tanto, el chip no es un sistema de localización, sino de identificación. Podría entenderse como si fuera una chapa, que nunca se pierde y que puede ser leída por cualquier profesional. Sin embargo, las bases de datos de los chips son autonómicas, y por tanto son legibles de forma directa solo por profesionales de la misma comunidad autónoma. Se puede acceder a las bases de datos de otra comunidad, pero esta cuestión depende de cada profesional.

Mantén los datos actualizados

Si decides mudarte de casa o cambiarte de móvil es muy probable que lo último de lo que te acuerdes sea de cambiar tu dirección o número de contacto de la base de datos de animales de compañía. Pero es un trámite que no llevará más que unos minutos y puede salvar la vida de tu perro o gato. Solo tienes que ir a cualquier veterinario y pedirle esa actualización, podrá hacerlo en el momento y no debería de tener coste para ti.

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Aunque la implantación del microchip es obligatoria, solo nos acordamos de su necesidad cuando lo necesitamos. Pero, además, hay algunas comunidades autónomas que tienen previstas sanciones a los dueños que no implanten el chip y que a raíz de la pérdida del perro se identifique esta situación irregular. Es el caso de Andalucía, que estipula multas de hasta 2.000 euros por no implantar chip a los perros o que, aun teniéndolo, su información esté desactualizada.

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Los gatos también

Contra la creencia popular de que los gatos pueden valerse por sí mismos si se extravían o se escapan, los especialistas veterinarios coinciden en que es una triste leyenda urbana. Un gato que se ha criado en un ambiente doméstico no suele ser capaz de sobrevivir fuera de casa si se da el caso de que es estravía.

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Tendemos a pensar que no es necesario poner el microchip a los gatos que no salen de casa, pero la experiencia de los veterinarios les hace recomendarlo totalmente porque no sabemos qué situaciones pueden darse. El gato puede sentir curiosidad y acabar saltando por el balcón, o un amigo puede dejar mal cerrada la puerta de nuestra casa cuando entra y el gato aprovechar para salir.

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Durante los primeros tres meses de vida los gatos desarrollan las actitudes que les marcarán de por vida. Si para esa época el gato no ha socializado con otros grupos de gatos, o no ha conocido ya lo que implica caminar por la calle, muy probablemente no sea capaz de hacerlo de adulto.

Los gatos que no tienen microchip están condenados a vagar por la calle, sin comida y sin pertenecer a ningún grupo. Los otros gatos les rechazarán o atacarán, y al verse acorralado el gato perdido tenderá a esconderse aún más, por lo que será muy difícil encontrarle. La única forma efectiva de dar con él es tenerlo microchipeado, esto puede salvarle la vida.

Y pese a que los dueños de los gatos suelen relajarse y no ponérselo, y a la vista de las estadísticas, mientras que casi el todos los perros disponen del chip, los gatos no, y lo cierto es que la normativa europea obliga a que todas las mascotas dispongan de este sistema de identificación.

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