Quieres tener un perro pero estos miedos te lo impiden

A veces este deseo se frena por la responsabilidad que implica y la incertidumbre de no saber adiestrarlo o integrarlo en las rutinas de tu casa. Si quieres uno, pero te asustan las consecuencias, piensa en estas razones.

Por Cristina Soria

Abrir la puerta de tu casa a un nuevo miembro no siempre es fácil. Si nunca has tenido mascota, la sensación de responsabilidad e incertidumbre sobre el comportamiento del animal y nuestra capacidad de convivir con él puede suponer que te acabes cerrando a disfrutar de su compañía, por mucho que te atraiga la idea general de ser dueña de un animal.

Porque tener un perro es una responsabilidad que te acompañará a lo largo de una década y media, y sabes que durante ese tiempo tu vida estará en continuo cambio y, además, tener que responsabilizarte de otra vida puede que te produzca una sensación contradictoria: quieres, pero temes fracasar y que la convivencia te ponga la vida un poquito más difícil.

Hacer sus necesidades fuera de casa

Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando nos hacemos cargo de un cachorro es cómo adiestrarle para que haga sus deposiciones en la calle. Existen varios métodos, pero todos se sustentan en un rasgo distintivo de los perros: ellos rehúsan a hacer sus necesidades en el mismo sitio dónde viven. Así, los perros asocian de forma muy clara que el aire libre es el lugar donde hacer sus necesidades, y no el hogar.

Para adiestrarlos desde cachorros la forma más conveniente es llevarles a la calle cada cierto tiempo y esperar a que ellos mismos lo hagan. Si lo normal con un perro ya adiestrado es darle 3 paseos al día para este objetivo, con un cachorro podemos sacarle 6 o más veces al principio, e ir reduciendo las salidas a la calle según el perro se va habituando. Cada vez que lo haga bien y realice sus deposiciones en la calle le debemos dar una chuche a modo de recompensa. También podemos hablarle con un tono de voz que denote que estamos contentos.

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Los perros son animales de costumbres, y cada vez que orine en casa debemos eliminar todo rastro, no solo por higiene, sino porque eliminando el olor estamos borrando la huella de que allí “ya lo hizo”, y por tanto desechando la posibilidad de que se convierta en una costumbre.

Cuando el perro orine en casa, debemos mojar levemente un empapador, para que absorba algo del olor, y así, acostumbrar al perro (de forma temporal) a que el empapador es el lugar donde hacerlo dentro de la casa, y no cualquier esquina. Así, cuando el trabajo de calle empiece a dar sus frutos, retiraremos el empapador y el perro tendrá una razón más para no hacerlo dentro de casa.

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Sacarle tres veces al día

Según la raza de perro que tengas, le será más o menos necesario salir a pasear para dar rienda suelta a su energía. Por lo general, los perros grandes necesitan en mayor medida dar paseos largos y jugar con otros perros, y los pequeños son más caseros y en ocasiones, hasta se asemejan a los gatos en la poca necesidad que tienen de correr, explorar y relacionarse.

Según tu disponibilidad y las rutinas que mueven tu vida, es importante que determines qué tipo de perro puedes asimilar en tus horarios, pero como mínimo debes hacerlo tres veces al día. Una a primera hora de la mañana, otra por la tarde, y otra por la noche. No solo lo necesitan para hacer sus necesidades, sino que también es un momento de oxigenación, y hasta el perro más “casero” necesita estirar un poco las patas.

Cuando el perro ya forma parte de tu vida, encontrar estos momentos es un gesto natural que acaba acompañándose con tus propias necesidades. En ocasiones las salidas a la calle consolidan una forma más de relajarnos unos minutos, dedicando tiempo al perro pero también a nosotros: nos obliga a hacer una pausa en nuestras obligaciones y nos vamos a la calle simplemente a pasear durante unos minutos. Cuando esa costumbre se instaura, lo más probable es que no suponga ningún problema para nuestra rutina.

En estos paseos, que pueden ser breves, descubrirás un nuevo mundo: los otros dueños de perros. A todas horas, hay gente que está en tu misma situación, pasean a su perro y caminan sin rumbo fijo a su lado. Los perros generalmente son animales muy sociales, y continuamente se detienen para olerse y saludarse, ese es el momento en el que podrás conversar con otros dueños, y así pueden surgen amistades vecinales con personas con las que hasta ahora ni reparabas y que vivían al lado de tu casa.

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Me destrozará la casa

Los perros tienen tics de comportamiento similares a de algunos niños. Cuando un perro “destroza” la casa lo hace o bien porque necesita sacar para fuera la energía que tiene dentro o porque quiere llamar tu atención. De forma similar a lo que haríamos con un niño, el perro necesita saber que eso que ha hecho está mal, y cómo comunicarnos con él de forma racional no es la mejor idea, debemos hacérselo saber con el tono de nuestra voz, y dándole chuches cuando no lo haga. 

Además, es importante ayudarle a sacar esa energía. Si es un perro grande necesitarás paseos más largos y con una actividad física pronunciada. Y además, es muy recomendable que pases tiempo con él, también en casa, y que le mimes un poco: juega, acariciale y hazle saber que estáis juntos.

No me podré ir de vacaciones

Si tienes costumbre de viajar y temes que no dispondrás de nadie de confianza para cuidar de tu perro cuando tu no estés en casa, es importante que tengas en cuenta su tamaño: si es pequeño puedes llevártelo contigo sin mayor problema. Los perros que no superan los cuatro kilos pueden entrar en un transportín de viaje (de lona, que puede ser doblado y guardado con facilidad) y subir contigo a la cabina de avión, vagón de tren y acompañarte en tus desplazamientos en coche o taxi.

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La normativa sobre transporte en carretera de mascotas es diferente en cada comunidad autónoma. Pero a nivel nacional, no se permite llevar perros junto a los pasajeros, por lo que los autobuses serán los medios de transportes que más trabas pongan. Se limitan a pedir que los perros vayan en la bodega, lo que además de ser profundamente traumático para el animal, pone en serio riesgo su salud por la falta ventilación, los gases a lo que está expuesta y los más que probables choques y desplazamientos de transportín junto al resto de equipaje.

Renfe no pone ningún problema a viajar con un transportín, siempre que sea pequeño. El perro debe pagar un importe equivalente a medio billete de tren. Según el tipo de desplazamiento, incluso podremos permitir que el animal salga del transportín, pero siempre debemos llevarlo en nuestro regazo y no está permitido que camine por el vagón.

En avión, algunas compañía se cierran completamente a la posibilidad de que el animal viaje en cabina. Esto ocurre especialmente en las líneas low-cost. Las compañías que sí lo permiten necesitan saberlo con antelación, debes ponerte en contacto con la aerolínea para informar porque solo puede viajar una mascota por vuelo, y además deberás llevar un justificante veterinario de que el perro está al corriente de vacunas y de que su salud es óptima.

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Solo viven tres lustros

Los perros se convierten en un ser querido más, en ocasiones al mismo nivel de un familiar, porque compartes con ellos juegos, aprendizajes y largas caminatas. La relación del perro es siempre dependiente de su dueño, y eso también reconforta y te hace sentir especial, querido y necesario. Pero en el horizonte siempre queda el presagio de que un perro, como mucho, logra vivir unos 15 años.

Además, pese a que en sus primeros años son animales vitales y con gran resistencia, según se acercan al ecuador de su vida van reflejando achaques y dolencias. Pierden visión, oído, dentadura y movilidad. Ante ese deterioro, solo hay una idea a la que recurrir si lo que teme es encariñarte de un perro y saber que algún día ya no estará a tu lado: durante esos años, te habrá dado tanto amor y te habrá enseñado a dárselo, que esa pena culmina en un agradecimiento mutuo que no te puedes perder.

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