Sus bondades han sido alabadas a lo largo de los últimos años. ¿El motivo? Este tipo de alimentación, conocida como el conjunto de alimentos, costumbres y hábitos alimenticios que siguen los pueblos y habitantes de la cuenca del Mediterráneo, nos ayuda a vivir más y mejor. En principio, hay que dejar claro que la dieta mediterránea no es para adelgazar, ni para tratar alteraciones nutricionales u orgánicas. Sus beneficios se encuentran en que los alimentos que la componen repercuten favorablemente en nuestro organismo, ejerciendo una función preventiva sobre determinadas enfermedades e influyendo en nuestra salud para mejorarla.
Una de las mejores cualidades de esta dieta es que, al ser rica en grasas vegetales y pobre en grasas animales, previene la aparición de enfermedades coronarias y de infartos de miocardio. Así, diferentes estudios demuestran que la mortalidad producida por enfermedades cardiovasculares disminuye claramente en los países que consumen esta dieta. Además, su riqueza en fibra vegetal previene la aparición de tumores intestinales y la abundante cantidad de cereales integrales, frutas y verduras frescas aporta vitaminas y sustancias antioxidantes que retrasan el envejecimiento.
Características de la composición de la dieta mediterránea: