Por ello, todos los esfuerzos están centrados en intentar corregir las deficiencias nutricionales, controlar las continuas inflamaciones y aliviar los dolores y la diarrea que provoca esta enfermedad crónica.
La base del tratamiento de la enfermedad de Crohn la conforma la terapia medicamentosa, que se basa en el uso de los siguientes medicamentos: sufasalacina y aminosalicilatos, corticoides, antibióticos, inmunosupresores, parches de nicotina y en ocasiones, cirugía, produciéndose normalmente la extirpación de una parte del intestino afectado. A este punto se llega cuando el tratamiento con fármacos no es eficaz o cuando existe una complicación severa, pero no es una cura definitiva, porque, en la mayor parte de los casos, la enfermedad vuelve a aparecer con el paso del tiempo.
Como no podía ser de otra manera, al tratarse de una enfermedad que afecta al estómago, la dieta se convierte en un factor clave y conviene que sea determinada por un nutricionista, adecuándola de manera específica a cada caso. En general, debe seguirse una dieta simple y natural a partir de verduras poco hechas, pescado, cereales sin gluten (arroz, mijo, maíz), lentejas y judías, y también semillas molidas, para obtener las grasas esenciales que necesita. El enfermo debe tratar de evitar cualquier alérgeno sospechoso, incluido el trigo, los productos lácteos, el café, el alcohol y las especias.
Es fundamental que la enfermedad sea supervisada con una alta frecuencia por especialistas del aparato digestivo, que son los que instaurarán un tratamiento específico e impondrán la dieta adecuada y necesaria según las características de la enfermedad. Las múltiples revisiones servirán para controlar la evolución del cuadro, ya que se trata de una enfermedad crónica.