La situación económica ha hecho que durante los últimos años el número de personas que llevan al trabajo su comida preparada de casa haya sufrido un aumento considerable. Pero es que, más allá del ahorro que supone para el bolsillo, esta práctica nos ayuda además a llevar una dieta sana y equilibrada, adaptada a nuestros gustos personales.
No obstante, hay que tener en cuenta que andar cada día con la fiambrera ‘a cuestas’ puede conllevar algunos riesgos relacionados con la seguridad alimentaria. Para ello, con el fin de evitar posibles intoxicaciones, es fundamental mantener unas buenas prácticas higiénicas a la hora de preparar y conservar los alimentos, teniendo en cuenta ciertas recomendaciones. Maite Pelayo, microbióloga y portavoz técnico del 'Instituto Silestone', nos cuenta algunas de las más importantes:
- Antes de manipular los alimentos, deberemos lavarnos las manos y utilizar siempre utensilios limpios, no permitiendo que los alimentos entren en contacto con ninguna superficie que no se haya higienizado previamente.
- Cambiar de utensilios para cada tipo de alimento (especialmente en el caso de alimentos crudos por un lado, y cocinados por otro), evitando así las contaminaciones cruzadas.
- Para platos de consumo frío, introducir la ración en un recipiente limpio, cerrarlo herméticamente y conservarlo en el frigorífico. Sacarlo justo antes de salir de casa. Transportar en una bolsa isotérmica o acumulador de frío. Refrigerarlo de nuevo en el momento de llegar al lugar de trabajo, si esto no es posible, asegurarnos de que la bolsa isotérmica mantendrá una temperatura de refrigeración (de al menos, 5 ºC) hasta su consumo.
- Si se trata de preparaciones calientes: dejarlas enfriar previamente a temperatura ambiente no más de una hora (nunca introducir calientes en la nevera). Tapar inmediatamente después de manera hermética, y guardar refrigerado. Calentar a fondo en el momento de consumo. Las preparaciones calientes también pueden mantenerse calientes en recipientes isotermos destinados a este fin. Procurar mantener una temperatura de seguridad (más de 65 grados) hasta el momento de consumo.
- Evitar elaboraciones a base de huevo, muy especialmente si es crudo (sin tratamiento térmico) como salsas mahonesas. Es preferible preparar, por ejemplo, una ensaladilla y añadirle en el momento de consumo la mahonesa comercial.
- Optar siempre por productos estables e higienizados: por ejemplo, quesos curados frente a los frescos, postres o lácteos industriales frente a caseros, etc.
- No consumir alimentos preparados con más de 48 horas de antelación o si tenemos alguna duda sobre su estado.
- Nunca reutilizar ni congelar las posibles sobras de las preparaciones caseras consumidas fuera de nuestro hogar.