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Existen diferentes tipos de insomnio, y es que no se trata tan sólo de la falta de sueño, sino de la calidad del mismo. La forma más frecuente es la dificultad para iniciar el sueño; una vez que lo hemos conseguido, nos levantamos al poco tiempo con una intensa sensación de cansancio, como de no haber dormido suficiente. La segunda forma consiste en dormirse con relativa facilidad, pero sin saber por qué nos despertamos varias veces a lo largo de la noche y luego tenemos serias dificultades para reiniciar el sueño, lo que hace que tengamos la impresión de no haber descansado suficiente. Por último, la forma de insomnio que mejor se tolera es la de despertarse de madrugada y no poder volver a conciliar el sueño. Es frecuente en personas mayores o en aquellas que llevan una vida muy sedentaria y precisan de pocas horas para descansar.
Teniendo en cuenta que las necesidades de sueño varían de unas personas a otras, el problema viene cuando nos damos cuenta de que la falta de sueño puede generarnos problemas de salud bastante serios. Así, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, el estrés, la ansiedad o los trastornos gástricos son algunos de los problemas más graves que pueden surgir por no dormir las horas necesarias.
Por este motivo, las personas con alteraciones y trastornos del sueño deben analizar cuáles son las causas que los provocan e intentar poner remedio. Es importante hacer ejercicio físico, no llevarse las preocupaciones a la cama, controlar nuestros pensamientos, aislarnos y relajarnos lo más posible. Además se debe procurar evitar luces y ruidos, que la temperatura de la habitación sea fresca y agradable y tener un colchón y una almohada adecuados. Ayuda a dormir bien cenar de forma ligera, beber poco alcohol y no tomar bebidas estimulantes. Y se debe tener cuidado con los productos para dormir, pues pueden provocar dependencia. Todo para conseguir unos dulces sueños.
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