En contra de lo que pueda parecer,
el estrés no es una patología
exclusiva de nuestro tiempo.
Siempre ha existido, y tanto en la
prehistoria como en la antigua
Grecia, en la Edad Media o en la
época actual ha sido una situación
inherente a cualquier organismo
vivo. Se trata de una forma de reacción
ante múltiples estímulos externos
conocidos como agentes
estresantes.
Lo que sí es diferente es
que en la vida moderna se generan
gran cantidad de situaciones
que nos producen estrés, y cuando
éste se mantiene actuando
durante mucho tiempo, y no
podemos controlarlo, nuestro
organismo se ve perjudicado, apareciendo
tarde o temprano los
síntomas característicos del estrés
que se ha convertido en crónico.
Estos son, entre otros: sensación
de cansancio, estado de irritabilidad,
dolores de cabeza, falta de
concentración, pérdida de apetito
y tendencia a sentir depresión.
¿Cómo responde el
organismo?
No debemos olvidar que cualquier
acontecimiento en nuestra
vida puede generar estrés, ya que
también los acontecimientos agradables
lo provocan. Una boda, un
viaje o una celebración pueden
ser su causa, al igual que un
accidente, un examen o la pérdida
de un ser querido.
En situación de alerta, de peligro,
sobrecarga o tensión, el hipotálamo,
que es una estructura anatómica
situada en el cerebro, estimula
la hipófisis, la cual, por
medio de hormonas, hace que
aumente la función de las glándulas
suprarrenales. Éstas producen
adrenalina, sustancia que aumenta
la velocidad del latido cardíaco y
el número de respiraciones, sube
la tensión arterial y eleva las cifras
de azúcar en sangre.
Cuando esta situación se mantiene
de forma prolongada y no la
superamos, el organismo se altera,
y decimos que estamos estresados.
Para controlarlo, debemos tener
en cuenta que las reacciones ante
el estrés son fisiológicas y normales,
y que los mecanismos de
defensa deben intentar neutralizarlo,
tratando de adaptarnos a las
distintas situaciones cuando las
circunstancias lo exigen.
¿Estamos sometidos a estrés?
En realidad, todos lo estamos. Es
algo completamente normal en
nuestras vidas, pues es la manera
que tenemos de reaccionar ante
estímulos externos.
El secreto está en controlar estas
reacciones y saber adaptarse a las
diferentes situaciones, pues esta
facilidad de aclimatación es la que
hace que el estrés nos afecte en
mayor o menor grado.
En la sociedad actual, y dada
nuestra rutina de vida, se acumulan
los factores que causan esta
patología: la vida profesional, el tráfico, los ruidos, la
contaminación, los conflictos, los
problemas domésticos, las relaciones
interpersonales y los problemas
económicos. Todo ello puede
afectar a nuestra salud a la larga.