Cuando de cosmética se trata, las mujeres a veces ahorramos en el chocolate del loro. Es decir, que nos equivocamos a la hora de recortar el presupuesto. Nos gastamos una pequeña fortuna en lápices de labios que luego nunca utilizamos, en sombras que apenas nos ponemos una vez y en quién sabe qué caprichos que acaban relegados al fondo del cajón. Y sin embargo, si hay algo en lo que coinciden todos los maquilladores es que donde de verdad vale la pena invertir es en los utensilios. Es decir, brochas y pinceles, que aunque no son baratos, duran, y duran, y duran
Que quede claro: los aplicadores que vienen con las sombras son un detalle de agradecer a las marcas de cosmética, pero quien quiera obtener buenos resultados con ellos, lo tiene difícil. Los más útiles son:
Pincel de sombras claras. Ha de ser ancho y de pelo suave. Un buen truco es aplicar el color poniendo el pincel de lado, en paralelo a la piel, pues así se fija mejor. Pincel de sombras oscuras. Debe ser estrecho, corto y de pelo medio. Los tonos oscuros se aplican con prudencia, soplando el exceso de producto antes de llevarlo al párpado. Pincel para delineador. Estrecho, corto y de pelo semirrígido. Si se usa mojado, las sombras quedan más fijas y duran más tiempo. Se aplica justo en la raíz de las pestañas, para luego difuminarlo suavemente. Pincel para cejas. Estrecho, corto, y de pelo duro. Con él se consiguen rellenar mejor las cejas poco pobladas aplicando sombras o incluso usándolos para difuminar el trazo del lápiz. Pincel para corrector. Estrecho, largo y de pelo semirrígido. Permite llegar con mucha precisión a la zona del lagrimal, justo donde más falta hace el corrector de ojeras. Para sibaritas, pero muy práctico si se busca un resultado impecable. Pincel para labios. Estrecho, corto, de pelo duro. Hace mucho más fácil delinear los labios con precisión y permite ahorrar mucho producto al requerir menos cantidad de labial y aprovechar el final de la barra.