Cómo se trata la piel sensible
Calmar, mimar, proteger y salvaguardar: éstas deben ser las funciones de los
tratamientos para piel sensible.
Una limpieza no agresiva. Es vital elegir productos que respeten el equilibrio natural de la piel, sin
alterarla y eliminado todo rastro de suciedad y de maquillaje de forma
suave. La exfoliación debe hacerse una vez por semana ¡como máximo!, siempre
y cuando sea con delicadeza.
Medio ambiente adecuado. Conviene evitar los cambios de temperatura bruscos (que irritan los
capilares), así como los ambientes muy secos, que roban una preciosa humedad
a la piel. Las comidas muy picantes, el alcohol y el tabaco sólo contribuyen
a aumentar aún más la sensibilidad cutánea, por lo que deben evitarse.
Tratamientos específicos. Las cremas con ácidos frutales (AHA’s), retinol o cualquier otro tipo de
sustancia exfoliante resultan contraproducentes en los cutis sensibles, y
pueden derivar en molestias, irritación e incluso cuperosis. Deben usarse
cremas hipoalergénicas específicas para este tipo de piel, que ayudan a
reconstituir el manto hidrolipídico y a calmar las rojeces.
Cuidado con la medicina estética. Existen excelentes tratamientos antiedad como los peelings medios o el láser
no ablativo que, siendo muy recomendables para ciertas pieles
fotoenvejecidas, pueden irritar y dañar los cutis sensibles en exceso, ya
que pueden resultar demasiado agresivos. Las pieles frágiles deben optar por
técnicas no agresivas para que no sea peor el remedio que la enfermedad.
Mimar es prevenir. Cuando se cuida un cutis sensible con tratamientos adecuados, se refuerza la
barrera hidrolipídica, se mejoran sus defensas, y, con ello, se potencia su
resistencia a las agresiones externas y se reduce su irritabilidad, lo que
constituye una salvaguarda de la piel no sólo de forma inmediata, sino
también de cara al futuro.