Adiós a las rojeces

No hay duda. Los termómetros son la más clara expresión de que el invierno está mostrando su cara menos amable, con heladas que hacen tiritar a cualquiera. Y, además de las consecuencias más habituales, ¿sabe quién sufre de manera muy clara su efecto? La piel, que puede resentirse, sobre todo si es muy sensible. Uno de los mayores problemas de estos cutis es la aparición de rojeces que, si no se cuidan, pueden volverse permanentes. De hecho, el invierno es una época demencial para las pieles con cuperosis o con tendencia a las rojeces, pues pocas cosas les sientan tan mal como pasar bruscamente del frío exterior a los ambientes con calefacción.

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