Este húngaro que emigró a Nueva York en el año 1939 y abrió consulta en la Quinta Avenida demostró su sabiduría como cosmetólogo haciendo un uso total del agua. Pronto, sus consejos y sus productos comenzaron a fraguar su exitosa carrera. Y también destacó su excesivo carácter: fue muy comentada la manera en que echó literalmente de su consulta a Ava Gardner cuando descubrió que ésta no había seguido el tratamiento. El doctor Laszlo no admitía entre sus pacientes a nadie que se mostrara perezoso o reacio a hacer exactamente lo que él le indicaba.
Hoy, su leyenda sigue viva, pues en la actualidad, Woody Allen, Sting o Madonna son consumidores de los productos de este innovador que dejó un legado que tiene adeptos en todo el mundo. Seguro que le suenan sus elegantes envases en blanco y negro, y es que son ampliamente mostrados en películas como Annie Hall, Armas de mujer o La Hoguera de las vanidades.
Laszlo primero dividió en siete los tipos de piel, de muy seca a grasa, y realizó un tratamiento complementario para cada uno de ellos. El más novedoso fue "la técnica del agua", que consistía en realizar 30 abluciones de agua en la cara por la mañana y exactamente igual por la noche. En total 60 baños de agua tibia para hidratar y regenerar de forma natural la piel del rostro. Este ritual prepara la piel para el siguiente paso que ya se tiene que hacer con preparados unipersonales.