Copas de vino: la llave del sabor

Por hola.com

Vista, tacto, olor y sabor, he aquí los cuatro elementos fundamentales para apreciar un buen vino. Ahora bien, también es necesario disponer de la copa adecuada para que degustarlo se convierta en lo que realmente es: un placer para los sentidos.

Cuenta la leyenda que el origen de la copa de vino está en la antigua Grecia, allí un orfebre encontró inspiración en los pechos de la hermosa Helena para dar forma a la que sería la primera copa de vino.
Pero al margen de mitos y leyendas, lo cierto es que este recipiente, tan común en nuestros días, ha experimentado una larga evolución, tanto en la forma, el tamaño como en el tipo de cristal. Si antiguamente primaban las copas profusamente decoradas, en la actualidad, se prefieren las copas realizadas en un cristal fino y transparente porque permiten apreciar el color del vino, además, el borde superior debe estar ligeramente curvado hacia dentro para que los aromas se concentren en el recipiente. Hay opiniones para todos los gustos, pero, en general, hay dos tamaños básicos: para vino blanco, más reducido porque al tomarse fresco si se sirve en grandes cantidades puede calentarse, y para el vino tinto. A éstas hay que añadir los catavinos para el vino de jerez y los generosos y las copas destinadas a contener cava, champán o vinos espumosos, que son más estrechas y altas.

Ahora bien éstas son normas de carácter general, pero puestos a "rizar el rizo", Riedel, prestigiosa marca austriaca especializada en la fabricación y diseño de copas y decantadores de vino, va un poco más allá y propone diferentes formas y tamaños de copas dependiendo del tipo de uva con que esté elaborado el vino. Y es que, según sus estudios, un mismo vino puede tener un aroma y un gusto diferente dependiendo de la forma y el tamaño de la copa. Todas sus colecciones de copas de cristal (Sommeliers, Vinum, Vinum Extreme, Wine, Overture y Basic) han sido cuidadosamente diseñadas siguiendo esta premisa.