En su primer verano separado, adaptándose todavía a la su nueva etapa vital, Rachel le deja a los niños, Hannah, de 11 años, y Solly, de 9, y desaperece sin dejar rastro. Mientras compagina la paternidad, el regreso de sus viejos amigos, un posible ascenso en el hospital y todas las mujeres que Manhattan puede ofrecerle, se da cuenta de que nunca será capaz de averiguar qué le sucedió a su mujer sin enfrentarse primero a lo que le ocurrió a su matrimonio