Una semana después de haberse dado el “sí, quiero” en la intimidad de Jerez de la Frontera, Jaime Cantizano y Miguel García Golding han querido compartir su felicidad con su círculo más cercano en una celebración muy especial. El lugar elegido: el impresionante Castillo de Batres, en Toledo, un enclave cargado de historia y romanticismo, donde el pasado sábado 19 de julio la pareja selló su amor en una velada inolvidable. A partir de las 19:30 horas, cuando la luz dorada del atardecer comenzaba a bañar los jardines del castillo, dio comienzo una ceremonia al aire libre que combinó elegancia, emoción y un ambiente relajado.
Rodeados de naturaleza, arcos centenarios y el murmullo de un arroyo cercano, Jaime y Miguel celebraron con familiares y amigos su boda en una ceremonia espectacular. Una relación forjada desde la discreción, que hoy se convierte en ejemplo de amor maduro y comprometido. Fieles a su estilo sobrio pero sofisticado, ambos novios lucieron trajes coordinados: blazers blancas con camisa al tono, pantalón negro y zapatos de charol. La pajarita negra aportaba el toque clásico a un estilismo cuidado hasta el último detalle. En principio, se había pedido que solo los novios vistieran la icónica chaqueta blanca de esmoquin, un guiño que los distinguiera durante la velada. Sin embargo, algún invitado —como el siempre estiloso Boris Izaguirre— rompió ese protocolo sin darse cuenta, pero añadiendo su propio toque.
Uno de los momentos más entrañables de la ceremonia fue, sin duda, la participación de Leo, el hijo de Jaime, que a sus nueve años tuvo un papel muy especial en el enlace. Sentado justo frente a los novios, fue el encargado de acercarles los anillos al final del acto, un gesto simbólico que emocionó a todos los presentes. Vestido en sintonía con su padre, con un look a juego que reflejaba la armonía familiar, Leo estuvo presente en todo momento con la serenidad y dulzura que lo caracterizan. Fieles a su deseo de proteger su intimidad, Jaime y Miguel solicitaron a los invitados que no tomaran fotografías ni grabaran durante la ceremonia, especialmente para evitar que imágenes del pequeño circularan en redes sociales.
La lista de asistentes combinaba a la perfección el mundo de la televisión, la cultura y la gastronomía. Entre los primeros en llegar se encontraban Jorge Fernández —con su habitual sobriedad y elegancia— y Boris, siempre fiel a su estilo audaz y personal. Jorge optó por un traje clásico en tonos oscuros, que elevó con una corbata de estampado tartán en grises, aportando un toque moderno y sutilmente desenfadado. Su peinado, ligeramente despeinado pero muy estudiado, completaba ese aire natural y accesible que tanto le caracteriza. Por su parte, Boris no pasó desapercibido con su inconfundible traje blanco, que acompañó con una pajarita negra a modo de contraste. Como broche final a su estilismo, sumó una cartera de mano con estampado de leopardo y unas llamativas gafas redondas con montura de cuadros, que reforzaban su look entre sofisticado y provocador. Estuvo acompañado por su marido, Rubén, quien prefirió mantenerse alejado de las cámaras, disfrutando con discreción de la velada.
Una de las más ovacionadas fue sin duda Bibiana Fernández, que deslumbró con un vestido rojo de escote cuadrado y un delicado chal de tul con volantes. Su cercanía con el presentador quedó patente durante toda la celebración. "Ahora estoy arrastrándome, porque los perros quieren mortificarme por haber salido ayer”, bromeaba al día siguiente en redes, en una clara alusión a lo intensa y emocionante que fue la jornada.
Mario Vaquerizo también estuvo presente en este día tan especial, fiel a su inconfundible estilo y sin renunciar a su esencia más rockera. Para la ocasión, eligió un esmoquin gris que acompañó con una elegante pajarita de terciopelo, pero supo darle su propio giro al conjunto con un aire más desenfadado: llevó la chaqueta abierta, lo que aportaba un punto de informalidad chic que encajaba a la perfección con el ambiente relajado de la celebración. Lucía el pelo recogido hacia atrás, dejando ver unos discretos toques de joyería en tonos dorados que añadían luz y un matiz muy personal a su estilismo. A su lado, como no podía ser de otro modo, estuvo Alaska, que deslumbró con un precioso vestido negro con detalles brillantes, combinado con unos stilettos plateados con brillo. Aunque evitaron posar ante los medios, prefiriendo moverse con naturalidad entre amigos, fueron unos de los rostros más reconocidos de la noche, disfrutando de la velada con cercanía y espontaneidad.
La ceremonia fue sencilla, emotiva y profundamente personal. Un amigo de cada uno de los novios tomó la palabra para dedicarles unos discursos cargados de cariño y complicidad, que consiguieron emocionar a todos los presentes. A continuación, Jaime y Miguel se dirigieron el uno al otro con sus propias palabras, sellando su compromiso con ternura y sentido del humor. Después, fue el turno de los propios novios, que pronunciaron sus votos con voz firme y mirada cómplice. Durante todo el acto, ambos irradiaron felicidad: no dejaron de sonreír ni un solo instante, compartiendo con sus invitados un momento inolvidable lleno de amor y verdad.
Tal y como expresó Bibiana Fernández, que compartió su entusiasmo en redes: “Bendita la hora… pocos momentos nos producen tanta felicidad como casar a dos amigos. Ser testigos no ya de su felicidad, sino de que tantos amigos por ambas partes solo quiere decir cosas buenas”. La fiesta no concluyó tras el banquete. La pista de baile cobró vida de la mano del DJ Mickey Pavón, habitual de eventos de alto perfil. La música, la alegría y las muestras de cariño se extendieron hasta bien entrada la madrugada, con invitados como Tomás Alía, Tristán Domecq, Rafael Cominges, Joca García Molina, Diego Estrada o Carlos Labanda, que lo dieron todo sobre la pista, contribuyendo a que la celebración fuera, sin duda, tan inolvidable como los propios novios.
El Castillo de Batres, con su atmósfera mágica y su historia centenaria, no solo ofreció el escenario perfecto para una boda de ensueño, sino también una experiencia gastronómica a la altura de la ocasión. Famoso por su excelencia culinaria, este enclave madrileño es sinónimo de alta cocina, y los novios no dudaron en confiar en algunos de los chefs más prestigiosos del panorama nacional para diseñar el menú de su gran día. Ramón Freixa —quien además asistió como invitado— firmó una propuesta exclusiva y delicada, pensada para sorprender a los sentidos. La velada comenzó con un cóctel al aire libre, en los jardines del castillo, donde los invitados pudieron disfrutar de una cuidada selección de bocados en un ambiente distendido y elegante. Ya en el banquete, el menú incluyó una base de tomate con cigalitas como primer plato y, como segundo, un exquisito bogavante acompañado de una sutil propuesta cárnica, en una fusión de sabores que fue todo un homenaje a la alta cocina.
Esta gran celebración marca una nueva etapa para Jaime y Miguel, que ya forman una familia junto a Leo, el hijo que el presentador tuvo en solitario hace casi diez años. Una familia que, según contaba el propio Jaime hace unos meses, ha traído paz, estabilidad y un deseo de seguir construyendo juntos: “Nunca pensé que me casaría o que formaría una familia… pero la vida tenía otros planes”. Por ahora, la pareja ha decidido sumar un nuevo integrante muy especial a su hogar: un pequeño pastor alemán llamado Kaos, que ha llenado de energía y alegría su día a día y que se ha unido a Duna, su preciosa golden retriever.
El castillo de los enamorados
Elegido anteriormente por figuras como Jaime Lorente y Melendi para sus enlaces, el Castillo de Batres sigue consolidándose como uno de los espacios más codiciados para celebraciones exclusivas. Su torre de 30 metros, los jardines italianos, los árboles centenarios y un entorno natural que lo envuelve todo crean un marco inolvidable. Y no es solo cuestión de estética: la calidad del servicio y el nivel de sus cocinas lo convierten en un lugar único.
Allí, entre muros donde el poeta Garcilaso de la Vega escribió algunos de sus versos más célebres, Jaime Cantizano y Miguel García Golding celebraron no solo una boda, sino una historia que ya es parte de su propio legado. Sin duda, una noche para el recuerdo. Una fiesta cuidada al milímetro, donde la elegancia no eclipsó la emoción, y donde cada detalle, desde los trajes hasta el último canapé, hablaba de amor, compromiso y felicidad compartida.