Hablamos con Luna Medina, la condesa española que ayuda a los refugiados ucranianos: ‘La sensación de escuchar una sirena es imponente’

La nieta de la duquesa de Medinaceli, artista de profesión, ha viajado a Ucrania como voluntaria. Hablamos con ella sobre su experiencia

Luna Medina, en Ucrania.

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Luna Medina Orleans-Braganza (Nueva York, 1988) encarna a la perfección el viejo dicho español de que ‘nobleza obliga’. Esta artista e ilustradora es hija del arquitecto hispalense Ignacio Medina Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, y de María da Gloria Orleans-Braganza Borbón-Dos Sicilias, tataranieta de don Pedro II, el último emperador de Brasil y prima hermana del rey Juan Carlos. Su abuela paterna era Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, conocida popularmente como ‘Mimi’, descendiente directa del rey Alfonso X El Sabio y una de las aristócratas más fascinantes de nuestro país que vivía en su propio palacio, Casa Pilatos, en el centro de Sevilla.

Sin embargo, Luna, condesa de Ricla, es una joven de su tiempo preocupada por cómo hacer del mundo un lugar mejor. Un compromiso que, hace unas semanas, la llevó a Ucrania para ayudar a los miles de desplazados por la terrible guerra por la que atraviesa el país. Ya de vuelta en España, y mientras prepara su vuelta para el próximo mes de julio, Luna nos cuenta a corazón abierto su experiencia en el epicentro de la barbarie.

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Antonio Saldanha©Antonio Saldanha
Luna Medina, en Ucrania.

—¿Cómo surgió la idea de viajar a Ucrania?

—Todo fue gracias a mi amiga, Guiomar Fernández-Castaño Ozores, que organizó hace un par de meses una furgoneta para traer a familias refugiadas desde la frontera hasta España. Gracias a esa experiencia, volvió como voluntaria a la frontera de Rumanía y algunos días entró en Ucrania también. Seguí toda su experiencia por Instagram y, gracias a ella, me animé y me apunté para ir a Ucrania.

—¿Cuántos días estuviste y en qué consistía tu función?

—Yo estuve diez días en Chernivtsi, cerca de la frontera con Rumanía, con la organización Remar y Mensajeros de La Paz, que tienen en la ‘Plaza Mayor’ un comedor social, una furgoneta de enfermería, una carpa para entretener a niños y una sección de ropa donada para los desplazados. Todos hacíamos un poco de todo, cada día tocaba algo distinto. Algún día montábamos cajas y las llenábamos de productos esenciales (jabón, comida… etc.) para familias en zonas afectadas por los bombardeos. Otros montábamos la zona de ropa; otro día igual nos tocaba ayudar a voluntarios nuevos… Sin embargo, la función principal y, por tanto, algo que hacíamos todos los días, era servir la comida. Se sirven 1.300 comidas diarias y muchísima gente cuenta con ello para su supervivencia en la ciudad.

—¿Cómo fue la sensación de entrar en el país? 

—La zona se llama también Chernivtsi, que es la zona fronteriza con Rumanía, donde aterricé y luego entramos en Ucrania en furgoneta. Sinceramente, el primer día pasé algo de miedo, puesto que en la frontera había muchos controles y entrar en un país del que hablamos tanto por la guerra causa mucha impresión. Sin embargo, da mucha fuerza ver la bandera y saber que entramos para ayudar y apoyar a gente que se encuentra con recursos limitados.

Luna Medina, a la izquierda, con otros voluntarios.©Cortesía
Luna Medina, a la izquierda, con otros voluntarios.

—¿Te preparaste de algún modo para ir?

—Tomé la decisión solamente un par de días antes de ir, así que no. Practico meditación habitualmente y esto sí me ayudó mucho en momentos en los que las emociones casi me superan.  

—¿Llevabas algún tipo de seguridad? ¿Sentiste miedo?

—El equipo de Remar tiene un plan de escape y son conocidos allí, por lo que siempre me sentí segura con el equipo. El primer día me sorprendió un poco. En la ciudad suenan sirenas cuando hay aviones ‘cerca’, que puede ser a 300km, pero la sensación de escuchar una sirena en la ciudad es imponente, y a veces teníamos que meternos en el búnker por si acaso. Al final me acostumbré completamente, ya que la vida en Chernivtsi no parece muy distinta a la de una ciudad europea cualquiera.  

—¿Qué viste allí, sobre el terreno? 

—La ciudad es preciosa y parece una mini-Viena que seguía con su vida. Había toque de queda y el sonido habitual de las sirenas que ya te he comentado, pero lo que veíamos era muchísima gente desplazada. Mucha gente buscando refugio en una zona pacífica del país.

—¿Qué es lo que más te ha impactado de lo que viste?

—Sin duda, las historias de las personas. Todos los días hablaba o me enteraba de la historia de alguien: algunos jóvenes que han perdido amigos, madres cuyos padres casi no han visto a sus bebés recién nacidos, familias con niños con problemas que tuvieron que huir con lo puesto…. Son cosas que salen en libros o películas pero me costaba mucho creer que son la realidad.

Imagen del campamento en el que participó Luna Medina.©Cortesía
Imagen del campamento en el que participó Luna Medina.

—¿En qué medida te ha cambiado tu vida?

—Me gustaría seguir ayudando dónde pueda. No sólo me he planteado lo que hago con mi tiempo libre y cómo lo puedo emplear para ayudar más a la gente necesitada, sino que también me interesaría realizar algún curso de trabajo social. Ucrania me coge relativamente cerca, por eso he podido ir, pero me gustaría dedicar más tiempo a labores de este tipo en otras partes del mundo o en España mismo. Aquí en nuestro país también tenemos refugiados y gente necesitada de todas partes del mundo y creo podemos extender la misma compasión aquí mismo. Aunque es algo que siempre he pensado, del dicho al hecho hay un trecho.

—¿Piensas regresar en breve?

—Sí, me gustaría volver en julio. Espero que para entonces haya terminado la guerra y pueda ayudar con la reconstrucción, pero quién sabe lo que ocurrirá. De todas formas, me gustaría volver a ayudar.

—¿Valoras más ahora tu vida?

—Claro, tanto la mía como la de todo ser viviente. Cuando te vas de voluntario te das cuenta de cuánto ayuda el granito de arena de cada uno. Desde las cajas de ropa, hasta las manos de una joven voluntaria. Con el trabajo en equipo todo sale adelante y aunque hablemos otro idioma o tengamos otras formas de ver la vida, somos todos muy parecidos. Cuando pienso en lo que se puede lograr en equipo, aunque sea un equipo dispar, me es aún más absurda esta guerra.

Luna Medina, en Ucrania©Antonio Saldanha
Luna Medina, en Ucrania

—¿Dónde dormías?

—Eso no lo puedo decir por seguridad, pero lo que sí puedo decir es que me encantaba mi cuarto. Era una alegría volver a él y caer rendida en mi cama todas las noches.

—¿Fue tu primera experiencia solidaria? 

—Desde 2019 dono mensualmente a una organización alemana que trabaja con civiles en Yemen, CARE Deutschland. Es una guerra eterna de la que no hablamos. Han destrozado un país y aniquilado a su población. Es terrible. En el 2020 estaba viviendo en Berlín y durante la pandemia me pasé tres meses cosiendo mascarillas en una fábrica de Humana. Las mascarillas eran para los más necesitados, ya que en las colas de comedores sociales eran obligatorias, pero no tenían ni dinero ni acceso a ellas.


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