La convicción también cura: está demostrado que el efecto placebo ayuda a superar una enfermedad

El efecto placebo influye directamente en la curación de los pacientes, además del tratamiento y los medicamentos

Por hola.com

El éxito de un tratamiento médico depende de su eficacia y también de otros factores de los que no siempre son conscientes los pacientes. Hay mejorías que sólo se explican por el efecto placebo.

Hoy en día se habla de placebo en los ensayos clínicos para referirse a sustancias inactivas que se dan a los pacientes para averiguar la eficacia de un nuevo fármaco. Pero, ¿cómo puede curarnos algo que no sirve “para nada”?

El dolor de espalda, las alergias, el asma, la depresión, la ansiedad… tienen en común que son enfermedades con una evolución fluctuante, con altibajos. Y en algunas ocasiones, sentimos repentinamente una mejoría, sin nada que la haya propiciado, aparentemente. En una fase de mejoría, cualquier tratamiento puede dar la impresión de ser eficaz.

Causas psicológicas y también fisiológicas
¿Cómo es esto posible? El mecanismo exacto de un placebo continúa siendo un misterio. De lo que no hay duda es que es el resultado de una combinación de factores psicológicos y fisiológicos. En esta “receta” también influyen las situaciones personales y las circunstancias. Pero, ¿de qué hay pruebas científicas?

Para empezar, se sabe que el efecto placebo está relacionado con una disminución de la ansiedad. Generalmente, cuando un paciente se siente escuchado por un médico, reduce su ansiedad.

En este proceso influyen las expectativas y las creencias. Es más fácil que un paciente mejore si él espera y desea que le ayude. Además, interviene a respuesta condicionada. ¿Un ejemplo? Un grupo de niños asmáticos estuvo expuesto a un aroma de vainilla mientras recibía un tratamiento con broncodilatadores inhalados. Al cabo de un tiempo, bastó el olor a vainilla para que esos niños notaran el mismo efecto que les producían los medicamentos.

Tener un diagnóstico y conocer su significado permite al enfermo contar a sus amigos y familiares qué le ocurre, buscar el contacto con asociaciones de pacientes que estén en su misma situación, etc. No obstante, puede darse el caso de que el nombre de la enfermedad tenga efecto negativo, como les ocurre a algunas personas, por ejemplo, con la palabra cáncer.

A menudo se tiende a pensar que los placebos funcionan puramente por psicología pero también se ha demostrado que el cerebro se activa fisiológicamente por las sustancias que se utilizan como placebo. En él se desencadenan reacciones químicas similares a las que se pueden dar con los medicamentos.

Sus efectos no siempre son positivos
De la misma manera que un tratamiento puede tener resultados positivos gracias al efecto placebo, lo opuesto también es posible.Los efectos negativos que no son debidos a las propiedades farmacológicas de un medicamento o tratamiento en sí , son llamados efecto “nocebo”. Es lo mismo que el efecto placebo, pero en sentido negativo

¿Cómo se explica que un placebo pueda tener efectos negativos? Los factores desencadenantes son los mismos que los del placebo: las expectativas y la sugestión, la respuesta condicionada, la ansiedad, los factores ambientales, la relación entre el médico y el paciente, etc.

De esta manera, podemos concluir que los efectos de un placebo dependen en mucho de la persona en sí misma. Por ejemplo, hay casos de un mismo elemento que puede provocar efecto placebo y nocebo. Así, la bata blanca de los médicos, suscita confianza en algunos pacientes, mientras que en otros provoca el aumento de la presión arterial.

Los placebos han existido en toda la historia de la medicina. Además, su concepto ha ido cambiando con el tiempo. Por ejemplo, en el siglo XIX se entendía un placebo como aquello que se daba a los pacientes, más para complacerlos que para curarlos. No andaban desencaminados, ya que en latín placebo significa “yo complaceré”. Todavía no se ha desentrañado cómo funciona pero lo que sí que está probado es que los elementos que nos rodean nos afectan e influyen en nuestra curación. Por ello, el optimismo es uno de los mejores acompañantes en cualquier enfermedad: la convicción también cura.