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Vista del santuario de Covadonga, enclavado en un valle al Norte de los Picos de Europa.
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Las cuevas suelen ser lugares llenos de magia y misterio. Probablemente, mucho antes que Pelayo recorriera estos parajes, otros habitantes se refugiaron en sus oquedades, huyendo de fantasmas y enemigos reales. Pero durante siglos, el santuario de Covadonga ha sido lugar de peregrinación de cristianos, que atribuían a la Virgen la prodigiosa gesta de don Pelayo al derrotar a un nutrido ejército de musulmanes, iniciando así la Reconquista. El santuario se encuentra en la cueva, con la imagen de la Virgen y la tumba en la que reposan los restos de don Pelayo y su esposa.
Según la leyenda, Pelayo era un noble visigodo, hijo del duque Favila y nieto del Rey Recesvinto. Tras un complot para asesinar al Rey, Pelayo huyó a Asturias, donde tenía amigos, y después decidió viajar como peregrino a Jerusalén. Allí permaneció hasta que entronaron a Rodrigo, del que era fiel partidario. Pronto pasó a formar parte de la guardia del Rey y combatió en la batalla de Guadalete, en abril o mayo del año 711.
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