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BELCASTEL
A orillas del río Aveyron, Belcastel es un pueblo medieval de postal en pleno corazón de Midi-Pyrénées. Eso sí, muy pequeño, en él solo viven 50 personas, pero a cambio es muy tranquilo, y pertenece al selecto club de Los pueblos más bonitos de Francia. Sus casas de piedra medievales se encuentran en un escarpado y frondoso valle y su entramado de callejuelas conducen hasta el castillo del siglo XI encaramado sobre una roca escarpada que domina desde lo alto todo el pueblo. La imagen de su puente medieval sobre el río regala otra de sus mejores estampas. © T.Lambelin / Atout Francie.

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CONQUES
En la región de Midi-Pyrénées, Conques es una de las etapas más concurridas del Camino de Santiago en Francia, y esto tiene que ver con una reliquia que ha atraído desde antiguo a los peregrinos: la de la jovencísima mártir Santa Fe (Sainte-Foy), que reposan junto a uno de los tesoros del arte cristiano occidental: la abadía románica de Sainte-Foy, con su espectacular tímpano policromado del siglo XII. Las casonas medievales con entramados de madera que asoman a ambos lados de la rue Henry Paraye y de las cuestas que parten de la rue du Chamaine, el castillo de los Humières, el puente sobre el Dourdou o la Porte du Barry dibujan esta villa fortificada que es todo un tesoro.

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SARLAT LA CANEDA
Capital de la comarca del Périgord Noir, Sarlat pasa por ser una de las villas más bonitas de Francia. Durante un paseo por sus callejas medievales que empieza en la plaza du Peyrou, a los pies de la catedral, se va descubriendo que aquí nada desentona, al contrario, todo compone un cuadro increíble: las antiguas mansiones de piedra con fachadas de estilo gótico, renacentista y barroco, las torres cónicas y sus animadas plazas con terracitas.

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ROCAMADOUR
Entre las rocas y rodeado de bosque crece verticalmente este pintoresco pueblo medieval que asombra por la peripecia que supone su construcción, suspendida sobre un cañón por el que discurre el río Alzou, pero también por sus tres niveles superpuestos. En la parte baja, la villa medieval; un poco más arriba, la Ciudad Santuario y, en lo más alto, el castillo que la corona, con una privilegiada panorámica del conjunto, del cañón del Alzou y de los paisajes del parque natural regional de Causses du Quercy, en el que se enclava, con acantilados, valles, manantiales, mesetas calcáreas, cuevas, bosques... 

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CARCASSONE
Declarada Patrimonio de la Humanidad, Carcassone es el ejemplo perfecto de ciudad medieval fortificada. Restaurada por completo en el siglo XIX, la silueta de sus 38 torres transporta en el tiempo a una época en la que la guerra era el pan de cada día. El casco antiguo está protegido por una doble muralla, dejando en medio un recinto que antaño fue utilizado para la celebración de torneos y gestas y hoy es perfecto para el paseo. Tras cruzar la puerta de Narbona, flanqueada por dos torres gemelas con rastrillo y puente levadizo, aparece ante los ojos el cuidado laberinto de casas medievales, entre las que no faltan los cafés, restaurantes y tiendas de recuerdos. Después es imprescindible una visita al castillo Comtal, que data del siglo XII, y a la catedral de St-Nazaire, una joya arquitectónica repleta de bellísimas vidrieras. © Paul Palau / Atout France.

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ROCHEFORT EN TERRE
Esta ciudad bretona ubicada cerca del Canal de Nantes a Brest merecedora de ser uno de “los pueblos más bonitos de Francia” invita a emprender un viaje por el tiempo.  Murallas, un castillo del siglo XII convertido en palacete, casas antiguas... la ciudad está repleta de rincones inspiradores cuajados de flores, donde geranios, petunias y siemprevivas parecen surgir a la piedra de sus casas medievales de piedra gris. Aquí se cuidan todos los detalles: callejuelas adoquinadas, rótulos armonizados… La ciudad parece una joya engarzada en el corazón de Morbihan, que tiene una de sus mejores estampas en las casas medievales de la encantadora plaza del Puits y de la calle Saint-Michel. © LE GAL Yannick.

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LA ROQUE GAGEAC
Este acogedor pueblecito que parece acurrucarse bajo un escarpado acantilado. Sus casas de piedra de color ocre se amontonan, empujadas por las imponentes paredes de roca, sobre las callejas que llevan a la iglesia y al castillo llenas de tiendas de artesanía y tranquilos cafés. Para darse un capricho lo mejor será hacer un pequeño crucero en una de las gabarras tradicionales que navegan por el río entre los embarcaderos de La Roque y Beynac-et-Cazenat.

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NAJAC 
Colgado en lo alto de una cresta rocosa, Najac se extiende a lo largo de una sola y única calle. En una punta, su imponente castillo, que es un claro ejemplo del dominio real después del episodio cátaro; abajo, los meandros del río Aveyron, y rodeándolo, frondosos bosques de color verde que, en otoño, se visten de tonos sorprendentes. Recorriendo a pie la que se transformó en bastida a mediados del siglo XIII, se pueden admirar un gran número de casas antiguas, entre las que destaca la del Gobernador o la del Senecal, pero también la curiosa fuente de los Cónsules con forma de dodecágono, la iglesia de San Juan el Evangelista, de estilo gótico; la puerta fortificada de la Pica, los soportales de la plaza del Barry y el puente de San Blas. © Shutterctock.

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ST-CIRQUE-LAPOPIE
Solo por su ubicación, colgado como está de los escarpes rocosos que se desploman sobre las aguas del río Lot y rodeado de bosques de robles, podría ser uno de los pueblos más bellos de Francia. Pero es que además reúne un buen puñado de evocadoras casas medievales, con entramados de madera y jardines sobre los acantilados que buscan la protección del château de la Gardette y de una antigua iglesia fortificada. Para disfrutar de esta localidad que fuera lugar de residencia de un grupo de artistas surrealistas de la talla de André Breton o del pintor y fotógrafo Man Ray hay que olvidarse de las prisas y recorrer sus estrechas y empinadas calles adoquinadas e ir en busca de los privilegiados miradores que se abren al valle, especialmente el belvédère du Bancourel, colgado del precipicio y desde el que se aprecia una bella panorámica de los serpenteantes meandros del Lot. ©CRT Midi-Pyrénées/D. Viet.

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COLMAR
A tres horas en tren desde París, Colmar es un pueblo encantador con más de mil años de historia, por eso es normal que acumule tanta riqueza arquitectónica. De estilo gótico es la colegiata Saint-Martin, la iglesia Saint Matthieu o la de los Dominicos– y de aliento renacentista, las casas Pfister o de las Cabezas, que debe su nombre a las 111 testas que decoran sus fachadas. Pero además de ver arte, también hay que aprovechar la visita a Colmar para dar un pequeño paseo en barca por los canales de su Petite Venise y, por supuesto, probar alguno de sus famosos vinos, pues Colmar es la capital y una de las paradas clave en la Ruta de los Vinos de Alsacia, que abarca 170 kilómetros entre la llanura del Rin y los Ballons des Vosges.

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