Puglia, la Italia que no te esperas

Más allá de sus grandes ciudades de arte (Roma, Venecia, Florencia) y de la Toscana, Italia esconde en el tacón de la bota una región de sabor rural que no suena tanto, pero igualmente sorprendente y deliciosa, porque está llena de tesoros de belleza impresionante, pueblos tradicionales y las playas más bonitas del país bañadas por dos mares, Adriático y Jónico. Descubrimos este escondite estival de milaneses y romanos en modo slow travel.

Por hola.com

CÓMO LLEGAR A PUGLIA

Los aeropuertos de Bari y Brindisi son la puerta de entrada a esta región en el corazón del Mediterráneo, conectados con Madrid y otras ciudades españolas. Si no se va en viaje organizado, lo mejor es alquilar un coche en ellos para conocerla a tu aire.

POR DÓNDE EMPEZAR

Bari es la capital de Puglia y el punto de partida para cualquier recorrido por ella. Una ciudad con aspecto de pueblo que recuerda a Nápoles o Palermo por ese aire decadente de sus callejas de trazado medieval y donde los vecinos siguen sentándose al fresco ante sus puertas y preparando en la calle las orecchietes, la pasta más típica de la región, con forma de oreja.

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RUMBO AL NORTE: PARQUE NACIONAL DE GARGANO

Puglia esconde en el norte un espacio de naturaleza extraordinaria, el Parque Nacional del Gargano, que se presta para subirse a un bici o calzarse las botas y recorrer sus senderos que llevan del bosque a los acantilados, como los de la Foresta Umbra. Aquí también hay formaciones rocosas y sistemas de cuevas, bonitas bahías como la delle Zagare, con sus impresionantes farallones,  pueblos con tanto encanto como Vieste, con sus casitas blancas asomadas al mar o encantadoras playas: Mattinata, Rodi Gargarico, Manacore.…

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Desde Gargano hay que tomar un ferri y viajar a las islas Tremiti, ya sea para darse un chapuzón en sus aguas o surcarlas a bordo de un kayak. Y si buscamos lugares para ver atardecer, ningún lugar mejor que el lago Lesina, conectado al mar por tres estuarios y habitado por flamencos.

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CASTEL DEL MONTE

A 50 kilómetros al este de Bari, esta obra maestra de la arquitectura medieval, además de Patrimonio de la Humanidad, es uno de los símbolos de Puglia. Un castillo mágico levantado sobre una fortaleza anterior por el emperador Federico II de Suabia que se descubre cerca de la ciudad de Andria, rodeado de campos de orquídeas silvestres, viñedos, olivares y las verdes colinas del Parque Nacional de la Alta Murgia. Envuelto en misterios, en él todo gira en torno al número 8, desde su planta octogonal hasta su patio interior, y cuenta la leyenda que, además de uso defensivo, se utilizó como observatorio astronómico y lugar de celebraciones esotéricas, aunque por el refinamiento de su repertorio escultórico también pudo tener una función residencial. 

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HACIA EL SUR: DE POLIGNANO A MARE A LOCOROTONDO

Conduciendo desde Bari en dirección sur van saliendo al paso paradas imprescindibles, como el precioso pueblo de pescadores Polignano a Mare -¡atención a su Cala Porto- y, seguidamente, el muy parecido, aunque más grande, de Monopoli, con su abigarrado y encalado caserío, sus murallas, su castillo y sus playas, por el que hay que entregarse a una passeggiatta que concluya sentándose a degustar una granita (sorbete), como hacen sus vecinos.

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Tras dar un paseo subterráneo entre las estalactitas y estalagmitas del complejo de cuevas de Castellana y ver en Noci la iglesia más antigua del país, se alcanza Alberobello, el pueblo más icónico de Puglia por sus trulli, esas antiguas casas con techos cónicos que la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad. Dicen que se construían con piedra seca para que sus propietarios pudieran desmantelarlas en poco tiempo, y así evitar pagar los impuestos establecidos por el reino de Nápoles. Además de contemplar la composición de los trulli desde el mirador de la iglesia, algunos se pueden visitar por dentro, como el Trullo Sovrano, que alberga un museo de artes y costumbres, y el que acoge el Museo del Territorio, donde los fines de semana tienen lugar representaciones en vivo y talleres sobre encaje, música y danzas populares.

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Muy cerca de Alberobello se encuentran dos los pueblos más bonitos de Puglia, Locorotondo está encaramado a una colina, de estructura circular -a la que debe su nombre-, es famoso por sus iglesias, sus vinos blancos, el festival Locus y las cummerse, esas características casas rectangulares con tejados puntiagudos. Y próximo también, el elegante Martina Franca, un conjunto de callejuelas, patios y plazas floridas adornado de palacios, templos históricos, encantadores hoteles y cafés donde probar los bocconotti, esos típicos dulces rellenos de nata y guindas.

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DE OSTUNI A LECCE

Entre campos de olivos milenarios deslumbra como un espejismo, aupada sobre tres colinas, la Ciudad Blanca de Ostuni, coronada por torres fortificadas donde reina el estilo barroco. Y después de un baño en las playas del Parque Natural Torre Guaceto, espera la ciudad portuaria de Brindisi, con un agradable paseo marítimo y dos castillos, el Rojo y el Suevo.

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La ruta continúa en Lecce, la Florencia del sur, con su cogollo monumental barroco adornado de iglesias y palazzos que se alzan sobre sus empedrados y hasta un teatro y un antifiteatro romanos.

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PLAYAS ENTRE EL ADRIÁTICO Y EL JÓNICO

En busca de playas por la comarca sureña del Salento, una tierra fronteriza abrazada por dos mares y de pasado griego –donde hasta se habla una lengua propia– se descubren playas de ensueño que dan paso a calas secretas y acantilados escarpados. Bañadas por el Adriático se suceden las de Torre dell’Orso, con pinares en la misma arena; St Andrea, con sus farallones, Baia dei Turci y las de la bonita villa marinera de Otranto. En el Jónico está Punta Prosciutto, con aguas azul turquesa que parecen caribeñas, y Gallipolli, una pequeña isla amurallada por completo en encierra en su interior un monumental casco histórico, así como un viejo puerto donde cenar pescados y marismos en sus populares bares.

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El punto más oriental de Italia está coronado por el faro de Punta Palascia, donde muchos acuden a ver el primer sol del año; y el cabo de Santa María de Leuca, el punto más al sur del tacón de la bota, a donde llegó San Pedro, el apóstol. Es el extremo de este recorrido delicioso por Puglia que, de norte a sur, se extiende a lo largo de 400 kilómetros.