LAS MERINDADES

Ruta por los lugares más asombrosos del norte de Burgos

Castillos y puentes medievales, pueblos con encanto encastrados en rocas o aupados en promontorios, saltos de agua, ermitas románicas y algún monasterio «fantasma». Las Merindades es una impresionante comarca para descubrir.

Por Javier Carrión

En el norte de Burgosel Ebro, la meseta y la cordillera cantábrica conforman un paisaje embaucador, con amplios páramos y depresiones, valles verdes y escarpadas montañas, desfiladeros desafiantes, ríos caudalosos que regalan hermosas cascadas, bosques autóctonos y bonitos pueblos que se despliegan en una superficie mayor que la de la vecina Vizcaya. Estas villas jugaron un papel decisivo en el desarrollo de Castilla y fue en este territorio donde se reflejaron las primeras palabras escritas del castellano.

OÑA, EL PRIMER PANTEÓN CASTELLANO

Iniciamos nuestra ruta a través del Burgos más septentrional por Oña, seguramente la villa histórica más importante en Las Merindades (lasmerindades.com), dada su vinculación estrecha con los orígenes de la primitiva Castilla. Asentada sobre un meandro del río Oca, sus murallas medievales siguen protegiendo todavía hoy el Real Monasterio de San Salvador de Oña. A él se accede por una empinada escalinata que conduce a la fachada del atrio, donde se exhiben las esculturas de los reyes y condes castellanos enterrados en su interior en ocho sepulcros policromados. Uno de ellos corresponde a Sancho II, el monarca que impulsó la carrera militar del Cid Campeador. Y fue el famoso héroe de Vivar, quien como alférez del rey trajo su cuerpo para ser enterrado en Oña. De ahí que la iglesia del monasterio fuera reconocida como el primer Panteón Real de Castilla.

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FRÍAS MEDIEVAL Y SALTOS DE TOBERA

Antes de abandonar esta ciudad condal, Oña merece un paseo sosegado por sus calles, saboreando, por ejemplo, un puñado de cerezas muy dulces que crecen en los alrededores de la villa, y por su plaza mayor, presidida por la iglesia de San Juan y su torre medieval, sede del Museo de la Resina, dedicado a una actividad que fue muy importante en su desarrollo económico. A poco más de 20 kilómetros, Frías es un modelo de ciudad medieval levantado en lo alto del cerro de La Muela, con sus casas colgadas, casi tan asombrosas como las de Cuenca, y un imponente castillo con una torre del homenaje que domina todo el pueblo y sus alrededores, con algunos elementos de comienzos del siglo XIII.

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No puedes perderte el mirador en la entrada principal del pueblo, muy cerca del parking público, y su puente medieval sobre el río Ebro, un poco más alejado, con una torre del siglo XIV que servía para controlar el paso y cobrar el impuesto de portazgo. Mide 143 metros de largo y cuenta con 9 arcos.

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Más al sur, tomando la carretera BU-504 en dirección a la ermita de Santa María de la Hoz, las aguas del río Molinar dejan a su paso por el caserío de Tobera unos espectaculares saltos que servían antaño para mover las piedras de varios molinos, batanes y pisones. Hoy se pueden admirar en el paseo del Molinar, que comienza junto a la ermita, en una sencilla ruta de 1 kilómetro, que se puede cubrir en unos 25 minutos, haciendo una parada en la terraza del bar Entre Pozas, para tomar un refrigerio enfrente de una de las cascadas más asombrosas de todo el recorrido.

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SAN PANTALEÓN DE LOSA

Enfilamos la vertiente nordeste de Las Merindades para pisar un territorio más virgen, pero salpicado de aldeas, como la de San Pantaleón de Losa, cuya iglesia se alza en un excepcional promontorio. El templo se encuentra en un lugar inaccesible y aislado sobre la Peña Colorada y perteneció a la orden de San Juan de Jerusalén, lo que ha llevado a pensar que podría haber sido el destino elegido para ocultar el Santo Grial. Desde la carretera el conjunto parece la gran silueta de la proa de un barco, lo que obliga a realizar una parada más sosegada que la de la ascensión a pie hasta la ermita.

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CASCADA DE PEÑALADROS

Desde San Pantaleón no queda lejos la cascada de Cozuela, en el valle de Angulo, un salto de agua salvaje a la que se llega por un sendero de 500 metros desde el pueblecito. El salto lanza las aguas del río San Miguel, a unos 30 metros de altura, durante todo el año y es uno de los lugares con más encanto de la provincia.

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VALLE DE MENA

De regreso a la BU-550, siguiendo dirección norte, se accede al valle de Mena, donde se pisa por un instante territorio alavés, para encontrarnos con una ruta repleta de magníficos exponentes del románico final. Destacan, sobre todo, dos iglesias, San Lorenzo de Vallejo de Mena y Santa María de Siones, erigidas entre los siglos XII y XIII. Conviene visitar el interior de ambas o al menos el de Santa María de Siones, cuya fundación se atribuye a los templarios. El templo, de una sola nave abovedada dividida en tres tramos, presenta una elegante arquería doble en el interior del ábside y un edículo de gran belleza e interesante iconografía a cada lado con una magnífica talla de la Virgen del siglo XII. No te pierdas sus hermosos capiteles interiores (valledemena.es).

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OJO GUAREÑA, LA HUELLA PREHISTÓRICA

Durante el viaje, si se quiere encontrar los testimonios artísticos prehistóricos de la provincia, hay que descubrir alguna de las enormes cavidades que se extienden por este territorio. La más importante es el complejo kárstico de Ojo Guareña, el mayor de España, con huellas, pinturas y restos de armas y cerámicas de los primeros pobladores. Curiosamente, el zaguán que sirve de acceso a este laberinto subterráneo es la ermita de San Bernabé, famosa por su mural pintado dedicado a la vida y la pasión de San Tirso (no a la del santo que lleva su nombre).

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La Cueva de la Ermita tiene un recorrido de medio kilómetro totalmente adaptado. Además de la enorme caverna y varios restos arqueológicos, la visita incluye una proyección sobre los valores que atesora este compejo kárstico. Ojo Guareña está formado por 18 cuevas y más de 100 kilómetros de vías interiores que fueron habitadas desde el Paleolítico Medio.

Habrá que acercarse a la Casa del Parque de Ojo Guareña en el cercano pueblo de Quintanilla del Rebollar para conocer toda la información relativa a este monumento natural (patrimonionatural.org).

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En los alrededores de Ojo Guareña se despliegan una decena de rutas de senderismo por los montes cercanos, repletos de quejigos y encinas. Si lo prefieres, puedes acercarte al pueblo de Espinosa de los Monteros, llamado así por los monteros que formaban el cuerpo que tenía el privilegio de custodiar durante las noches la estancia de los reyes en este punto límite castellano de la cordillera cantábrica. La localidad mantiene todavía hoy en pie un puñado de casonas y palacios, como el del Marqués de Chiloeches, con su imponente escudo heráldico, y la torre de los Velasco, un baluarte medieval defensivo del siglo XV.

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PUENTEDEY Y LAS PISAS

A 12 kilómetros de Ojo Guareña en dirección sur se halla uno de los pueblos burgaleses con más encanto. Se trata de Puentedey y destaca por su enorme arco natural horadado en la roca por el río Nela. Los antiguos pobladores de esta villa creían que su creación se debía a la mano divina y por eso lo consideraron «la piedra de Dios». Lo curioso es que parte del pueblo está levantado sobre este bello puente natural con hermosas casas-palacios, como la de los Porras, antiguos hornos de pan, los potros de herrar y la iglesia de San Pelayo, monumentos populares que se pueden admirar durante un pequeño paseo. Bastarán solo unos 20 minutos en coche desde este rincón del río Nela, afluente del Ebro, para penetrar en el hayedo más hermoso de Burgos, junto a Villabáscones de Valdebezana. Una caminata de 2 kilómetros conduce a Las Pisas, un área de cascadas escalonadas del río de la Gándara que compone un bello paisaje, sobre todo en época de deshielo o de lluvias.

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SANTA MARÍA DE RIOSECO Y SAN PEDRO DE TEJADA

La ruta por el norte burgalés acaba con la visita a estos dos monumentos religiosos. El monasterio de Santa María de Rioseco, situado en el valle de Manzanedo y en estado de ruina tras la desamortización de Mendizábal. Antes, había estado habitado por los monjes blancos de la orden del Císter, que compartían el complejo con otros conversos, novicios y criados. El centro fue tan importante en la zona que llegó a contar con una hospedería para los viajeros y un hospital donde los monjes se ocupaban de los indigentes que acudían a pedir ropa, comida o limosna. Hoy, las ruinas fantasmales de este recinto siguen atrayendo a muchos visitantes que acuden aquí para tomar fotografías y visitar el nuevo jardín renacentista con más de 1700 plantas patrocinado por el popular Jesús Calleja.

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El segundo templo que cierra este itinerario por Las Merindades es la iglesia de San Pedro de Tejada, a 11 kilómetros de Santa María de Rioseco, construida en el siglo XII a los pies de la sierra de la Tesla. Hoy se encuentra emplazada en una finca privada, pero es posible desde fuera admirar la belleza de una de las ermitas mejor conservadas de todo el románico castellano.

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MUY PRÁCTICO

Puedes hacer una visita guiada que incluye el Real Monasterio de San Salvador de Oña y el de Santa María de Rioseco así como la iglesia de Santa Olalla de Espinosa

Dónde dormir

Casa Zalama (casazalama.es) es una casa rural montañesa con jardín inglés en San Pelayo, en la Merindad de Montija, en el límite de Cantabria. Cuenta con cinco habitaciones dobles y una suite. En Oña, también es alojamiento y comedor donde se sirve cocina casera con productos de la huerta El Rincón del Convento (elrincondelconvento.es). En Frías, en un antiguo pajar y adosado a la roca del castillo medieval, La Solana de Frías (lasolanadefrias.com) es un alojamiento con capacidad para ocho plazas. En 2019 se abrió en el pueblo de Ranera, a 5 kilómetros de Frías, El Molinar (hotelruralelmolinar.com), un hotel rural con magníficas panorámicas de la montaña, al estar enclavado en el Parque Natural de los Montes Obarenes–San Zadornil, que cuenta con restaurante.

Dónde comer

En Frías, Ortiz (tel. 947 35 70 67) es un local céntrico con excelentes vistas y especializado en asados y pescados.

En Villabascones de Sotoscueva, junto a Ojo Guareña, está el Asador Cueva Kaite (tel. 655 99 11 95), para degustar chuletones, chuletillas de cordero, entrecot a la brasa o a la plancha. A 2 kilómetros de la ermita de San Bernabé. 

Y en Espinosa de los MonterosTorre Berrueza (torreberrueza.es), un hotel posada con un restaurante más sofisticado en el que bordan unos platos basados en los productos naturales de la norteña comarca de La Merindades y donde verduras y legumbres proceden de su propia huerta ecológica.