Santa Pau, una villa medieval con mucho encanto entre volcanes

A tan solo 9 kilómetros de Olot y en pleno Parque Natural de la Garrotxa, este pueblecito de Girona nos cautiva por su conjunto monumental presidido por un castillo y una plaza porticada donde podemos saborear una excelente cocina a base de productos de proximidad. Por sus seductoras calles empedradas y su entorno muchos se atreven a compararla con la Toscana.

Por ELENA ORTEGA

La comarca de la Garrotxa cuenta con más de 40 volcanes que, a pesar de llevar miles de años apagados, han marcado su paisaje, gastronomía y también su cultura. Precisamente Santa Pau se ubica muy próximo a dos de los más emblemáticos del parque natural del mismo nombre, el Croscat y Santa Margarita. Ascender al cráter de este último, envuelto por el bosque y coronado por un santuario, es una experiencia única. Otra es recorrer (a pie, en carruaje o a caballo) el hayedo de Jordá para disfrutar de los espectaculares colores estacionales. El senderismo es la actividad por excelencia en este entorno, gracias a numerosas rutas que conducen a volcanes inactivos y hayedos o guían hasta pozas y cascadas.

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La villa amurallada de Santa Pau, de interés histórico artístico, comenzó a narrar su historia a finales del siglo XIII, cuando la baronía de Santa Pau se instaló en el castillo de planta cuadrada que ocupa su punto más alto y empezaron a levantarse casas a su alrededor en busca de seguridad. Es uno de sus enclaves fundamentales, como lo es también la irregular plaza Mayor, desde la que parten las idílicas callejuelas que forman el conjunto.

Años atrás, a la plaza se la conocía con el nombre de Firal dels Bous, por celebrarse aquí el mercado, que, los días de lluvia, aprovechaba las galerías porticadas que la rodean como refugio. En la parte frontal vemos la iglesia gótica de Santa María, con una única nave y un imponente pero sobrio campanario.

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Pero el encanto de Santa Pau se extiende por las laberínticas callejuelas de piedra de la Vila Vella, por las que hay que perderse para ir descubriendo su historia, subiendo y bajando las cuestas adornadas con plantas, admirar las tres esculturas instaladas en 1992 tras un encuentro de artistas y asomarse a sus miradores en busca de las mejores perspectivas de la Garrotxa, las que muestran sus verdes montañas fundiéndose con los negros y cobres volcánicos que un día dibujaron las coladas.

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El Portal de la Vila Vella ofrece relajantes vistas del río Ser serpenteando por los valles próximos salpicados de pequeñas iglesias románicas. En los días despejados, incluso, es posible contemplar la bahía de Roses, motivo por el que también se le conoce como el Portal del Mar.

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PROBANDO LA COCINA VOLCÁNICA

La rica gastronomía de la Garrotxa también atrae a Santa Pau. Un buen lugar para degustarla es Cal Sastre (calsastre.com), bajo los soportales de la plaza Mayor. Con los productos de su propia huerta y siguiendo un recetario tradicional con grandes dosis de mimo y creatividad, este acogedor restaurante recuerda a las antiguas fondas. Su propietario, Jesús Pont, recibe a los clientes con la misma pasión que pone en sus platos, haciéndoles sentir como en casa. En la carta, adaptada a los productos de temporada, no faltan las alubias o fesols con butifarra, el ingrediente principal de las recetas de la comarca, cuyo sabor y textura suave se la proporciona la tierra volcánica en la que se cultivan.

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Cal Sastre también cuenta con un hotelito contiguo tan coqueto como el restaurante. Vigas de madera y paredes de piedra acogen ocho habitaciones con vistas a las montañas o al castillo, cada una con una decoración diferente que homenajea a la profesión familiar con botones, máquinas de coser y otros elementos propios de una sastrería mezclados con muebles antiguos y obras de arte de pintores catalanes capitaneadas por un Miró que preside la suite.

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Para conocer más en profundidad la cocina volcánica, la chef Anna Casals (annacasalsxef.enrutagirona.cat/es/) imparte entretenidos talleres gastronómicos. Y pone a disposición de sus discípulos la masía de Mas Garganta, una casona del año 1350 convertida en alojamiento rural. Situada a tan solo 20 minutos de Santa Pau, está rodeada de bonitos paisajes de montaña que inspiran los mejores platos de la región.

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Otro de los productos populares de la comarca son los yogures de la cooperativa de la Fageda (fageda.com), presentes entre los postres de la mayoría de los establecimientos de la zona y que se elaboran muy cerca del hayedo de Jordá, en una granja de productos lácteos y mermeladas sin ánimo de lucro que promueve la integración social.

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