Calblanque, el rostro más salvaje de Murcia

En este tramo de la costa murciana la naturaleza brinda un catálogo de playas a la carta donde el Mediterráneo más puro oculta en sus fondos un maravilloso vergel. Este lugar, abrazado por una sierra semidesértica con una variedad botánica única, es ideal para entregarse a apacibles caminatas siempre escuchando el rumor del mar.

Por NOELIA FERREIRO

Doblar el Cabo de Palos es como ingresar en un túnel del tiempo: la costa que asoma a solo unos kilómetros de La Manga se presenta como en sus orígenes: pura, incontaminada, sin construcciones a la vista, tan solo con el Mediterráneo ante los ojos. Atrás se abre un paisaje semidesértico de salinas blancas y dunas fósiles, de bosques de pino carrasco y sabinas moras. Y en medio, solitarias y recogidas, largas playas amarillas de desoladora belleza y calas que brindan la intimidad perfecta para desconectar del mundo.

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Así es, a grandes rasgos, Calblanque (en su nombre extendido Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila), allí donde Murcia exhibe su rostro más salvaje. Un rincón de milagrosa virginidad en una tierra estereotipada por el desarrollismo, que constituye sin embargo uno de los ecosistemas más valiosos del levante español. En definitiva, un espacio natural portentoso en el que se puede caminar, siempre escuchando el mar, en busca de curiosos especímenes de flora. Porque otra de sus paradojas es que, aunque el perfil se asemeje al de un desierto, en sus pliegues esconde una inmensa variedad botánica.

DE CARTAGENA A LA MANGA

Calblanque abarca una franja de apenas dos decenas de kilómetros a la que se llega por la autovía de Cartagena a La Manga. En este espacio tan solo dos diminutas poblaciones testimonian el paso del hombre: Cobaticas –donde se encontra un centro de atención al visitante y el áre interpretativa del parque– y La Jordana. El resto no es más que un conjunto de medias lunas de arena y mar, resguardadas por sierras semiáridas. Pequeños macizos donde crece una vegetación extraña, a la que los expertos han denominado iberoafricana por tratarse de un reflejo del paisaje de la otra orilla del Mare Nostrum: orovales, cornicales, albaidas…

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RUTAS A PIE O EN BICI

Hay un puñado de rutas señalizadas para hacer a pie o en bici a lo largo del parque, incluido el tramo del GR 92, el sendero de largo recorrido que también atraviesa el lugar. Se puede optar por hacer la que va desde Cala Reona a las Molinetas, un trayecto de 11 kilómetros, la mayor parte de ellos pegados a la costa, que se aborda en unas tres horas. Es uno de los más adecuados para admirar las magníficas playas y después recalar en otro de los hitos del lugar: las salinas del Rasall, que fueron dos lagunas naturales reconvertidas en salinas y hoy constituyen un humedal protegido y tapizado de blanco por la sal, que ejerce de corredor para la avifauna; desde sus miradores se puede apreciar el bullir de flamencos, pardillas, gaviotas… También en esta ruta se atraviesa la Timba, una zona de costa sin arena donde las dunas fósiles llegan al agua, y por fin, las llamadas molinetas, dos molinos instalados en 2014 en un intento de paliar la sequía.

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Otra ruta bien diferente es la que sube al Monte de las Cenizas, que tiene una altura de 307 metros. El sendero, fácil y asequible, recorre parte de un denso pinar que se extiende por la umbría y que da lugar después a magníficas panorámicas, como la que se observa desde la batería militar de Cenizas, al final del recorrido, construida en 1931 sobre otra edificación del siglo XVIII. 

PLAYAS PARA UN CHAPUZÓN

Pero es el mar cálido y cristalino el gran reclamo del lugar, por lo que un chapuzón será misión inexcusable. Se puede optar por la Playa Larga, junto al aparcamiento, tres kilómetros de arena dorada frente a los cuales crecen praderas de posidonia. Pero también por otras calas más íntimas como Negrete y Parreño, en el oeste, cerradas por crestas rocosas y declaradamente naturistas. 

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Está también la playa de Calblanque, rodeada por las dunas fósiles más valiosas de Murcia, a donde acuden los windsurfistas para cabalgar el suave oleaje. Y, más escondidas, las calas del Barco y De las Mulas, a las que solo se puede llegar en bote o a pie tras una media hora de paseo. Sin embargo, ninguna resulta tan pintoresca como la cala de los Déntoles, donde la tierra exhibe una riqueza cromática propia del lienzo de un pintor impresionista.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

Al Parque Regional de Calblanque se accede desde la autovía de La Manga, tomando las salidas 9bis o 10. Una vez en el camino de tierra que lleva al recinto, el camino se divide en dos: el de la derecha conduce al Centro de Interpretación La Cobaticas y a las playas Larga, Negra y Parreño; el de la izquierda lleva a las Salinas del Rosell, la playa de Calblanque y las calas Arturo y Magre, el último lugar al que se puede ir en coche. 

Un consejo

En verano las temperaturas son elevadas, por lo que es conveniente visitar Calblanque durante las primeras horas de la mañana, así como llevar agua abundante, protección solar y loción repelente de mosquitos.

Alojamientos

En una zona privilegiada de La Manga, en el Hotel & Spa Mangalan (hotelmangalan.com), un cuatro estrellas ideal para ir en familia con estupendas instalaciones y cómodos cuartos todos con vistas al mar. A 35 kilómetros de Calblanque, en Roldán-Torre-Pachecho, en La Torre (hotellatorregolfresortspa.com), un exclusivo resort de lujo con campo de golf y un spa que es un oasis de tranquilidad. Y en La Unión, pegado al parque y con un peculiar concepto, en Portmán (hotelportman.com), construido de manera modular y ecológica.

Para comer

En Cabo de Palos, en Miramar (restaurantemiramar.com), con una oferta gastronómica excelente y unas bonitas vistas al mar; y en Bocana de Palos (bocanadepalos.com), que sorprende con su carta de cocina tradicional mediterránea con guiños innovadores. En Cartagena, Malvasía (restaurantemalvasia.com) es un elegante y sofisticado entre los mejores de la zona.