Celebra septiembre con una escapada entre los viñedos del Priorat
El final del verano está a las puertas, sí, y con él el estrés posvacacional llamando a la puerta para anunciarnos la vuelta al trabajo, a la rutina. Pero ¿quién dijo que septiembre tenía que ser así? Date un último respiro embarcándote, en pareja o en familia al interior de la Costa Daurada, a un territorio cuyo paisaje, precisamente a las puertas del otoño, te cargará de buenas vibraciones y energías para el nuevo curso.
Un mar de viñedos y de vinos excepcionales, una cultura milenaria y espacios naturales que te inspirarán el resto del año. Esa es la fórmula secreta que hará que te enamores del Priorat nada más pongas un pie en la comarca. Porque seas o no un apasionado de la cultura vinícola, discurrir por las carreteras del Priorat abre un pequeño mundo mágico, cuna de algunos de los mejores vinos del mundo –una cincuentena de bodegas enmarcadas en la DOC Priotat y DO Montsant da fe de ello– y con un patrimonio paisajístico y cultural difícil de igualar.
Esta escapada a la Costa Daurada aproxima al paisaje, a los nombres propios y a las bodegas que han convertido estas tierras en cuna de algunos de los mejores vinos del mundo y que se descubren entre sus viñedos: Álvaro Palacios, Clos de l’Obac, Mas Martinet, Clos Figueras, Mas Igneus, Trossos del Priorat...
Pero, ¿por qué recalar en septiembre en el Priorat? Sencillo, porque es en esta época cuando las viñas se engalanan de un arco cromático difícil de igualar –ocres, verdes oscuros, marrones rojizos y dorados– y la cultura del vino late más que nunca en la comarca. De eso se encargan de recordarlo fiestas como la que cada septiembre se celebra en el pueblo de Poboleda: la Festa del Vi i de la Verema a l’antiga (Fiesta de la Vendimia a la Antigua), una jornada que, por ejemplo, permite enrolarse en la vendimia de la viña y donde no faltan a lo largo del día degustaciones de vinos y actuaciones de colles castelleres y correfocs.
Para ahondar aún más en la estrecha relación entre el mundo del vino y el Priorat, no hay mejor destino que Falset, la capital de la comarca, donde se encuentran dos referentes magníficos de esa simbiosis. El primero, el Castillo del Vino, museo localizado en el castillo medieval de los condes de Prades y que propone un interesante recorrido por la cultura vinícola de la comarca a través de elementos audiovisuales e interactivos. La segunda joya de Falset es la Cooperativa Agrícola Falset-Marçà, un ejemplo mayúsculo de las conocidas como catedrales del vino que atesora la Costa Daurada. Construida en 1919 por el arquitecto César Martinell, discípulo de Gaudí, su arquitectura modernista, con su fachada de inspiración medieval y sus enormes arcos distribuidos en su interior, es la expresión máxima de esa simbiosis entre arte, cultura vinícola y paisaje.
Claro está, uno de los grandes alicientes de la comarca en septiembre será empaparse de la energía que destila su joya natural, el Parque Natural de la Sierra de Montsant, uno de los paisajes más singulares de la Costa Daurada. Merece la pena descubrir sin prisas esta ‘montaña santa’, ya sea en pareja o con la familia, a través de sus muchos senderos y rutas de senderismo. O, sencillamente, disfrutando del paisaje mientras conduces por sus tranquilas carreteras bajo gigantescos farallones de roca. Nunca entenderás como en ese instante la expresión el viaje es el camino…
Evidentemente, sería un pecado escaparse a esta tierra de célebres vinos y no saborearlos acompañados de su magnífica gastronomía tradicional. Para ello, toma nota de algunas referencias foodies ineludibles. Para empezar, pon rumbo a la coqueta población de Gratallops, donde encontrarás dos restaurantes ineludibles: el primero, Cellers de Gratallops, sin duda, uno de los gourmet temples imprescindibles para maridar la herencia culinaria de la comarca con los buenos caldos.
La segunda coordenada gastro en Gratallops es El Piró, en cuyos manteles podrás degustar, por ejemplo junto a una copa de DO Montsant, de obras de arte joyas de la cocina autóctona como la truita amb suc o su célebre escudella. No muy lejos te espera otra referencia en tu viaje por los sabores y el paisaje del Priorat: La Cooperativa (restaurantlacooperativa.com) en Porrera, una oda a la cocina de terruño con su notable carta enológica magníficos con vinos DOQ Priorat.
Como colofón al viaje por el Priorat no puedes dejar de visitar la cuna histórica de los vinos y de la vinicultura en la Costa Daurada, lo que directamente te llevará a un lugar mágico como son las ruinas de la Cartuja de Escaladei. Y es que la primera cartuja erigida en la península Ibérica fue el principal impulsor, ya en el siglo XII, del cultivo de la viña y la elaboración de caldos de calidad. Hasta hoy. Cuando te aproximes a las ruinas de la cartuja, solo deja vagar tu mirada por el entorno y disfruta del silencio y la calma que late en el lugar.
Aunque si hay un lugar excepcional para descubrir el encanto del Priorat y donde llevarse un poco de este con un selfie de esos que no se olvidan, esas son las alturas de Siurana. Encaramada sobre un peñón y oteando un paisaje de valles y acantilados, esta aldea medieval es uno de los pueblecitos más fotogénicos de la Costa Daurada. Pasea sin prisas por el empedrado de sus callejuelas, siente el paso del tiempo en los muros de sus casas centenarias con sus macetas en flor… pero, sobre todo, disfruta de una puesta de sol desde sus alturas.
Porque el último reducto de la dominación sarracena en Cataluña guarda un escenario tan épico como hermoso: el mirador de El Salto de la Reina Mora. Según la leyenda, desde este acantilado saltó con su caballo blanco la hija del gobernador ante el asedio del ejército cristiano en 1153. Con el ocaso, acércate al vertiginoso paisaje que se desparrama a tus pies, con las cimas de las montañas de Prades y el pantano de Siurana a un palmo, y respira hondo. El Priorat te regalará entonces la mejor energía para iniciar septiembre como nunca antes lo hiciste.
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