Como una castellera, un marinero, un arqueológo, una patricia romana… Tarragona a tu estilo

Para claudicar ante una ciudad como la capital de la Costa Daurada, para descubrir sus rincones secretos, su esencia mediterránea y sus dos mil años de ADN romano, no hay mejor modo que hacerlo al compás de los biorritmos, rituales y tradiciones de sus habitantes. Te descubrimos las diferentes y genuinas razones para disfrutar de la ciudad este verano.

by David Revelles

Hay pocas experiencias tan auténticas para conocer la capital de la Costa Daurada como enrolarse en el barco Tarragona Blau (tarragonablau.com), la mejor atalaya para contemplar la ciudad desde una perspectiva marítima impagable. Y es que la travesía no solo permite enfundarse en la piel de un lobo de mar de la mano de experimentados marineros locales -si te animas, hasta puedes probar suerte con la pesca del pioc o brumejada-, sino también saborear un delicioso almuerzo marinero a base de langostinos, mejillones, fideus rossejats y un refrescante cava mientras la ciudad se eleva sobre el mar. Un último aliciente: otear desde la cubierta las nueve playas y calas que atesora Tarragona –Platja Llarga, Platja dels Capellans, Cala Fonda…-, joyas de aguas limpias y una arena dorada que los tarraconenses disfrutan con pasión.

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Por supuesto, esta inmersión singular en el carácter marinero de Tarragona no estará completa si no recalas en el barrio de pescadores de El Serrallo. En sus callejuelas, donde todo el mundo se conoce por nombre, apellido y mote, aún laten unos biorritmos definidos por la pesca que encandilan por su autenticidad. Para comprobarlo solo hay que complementar la travesía en el Tarragona Blau con una visita, a primera hora de la tarde, a la subasta de pescado de la Lonja, momento único en el que las barcas llegan con sus tesoros tras faenar en alta mar. Con semejantes mimbres no es extraño que El Serrallo sea una coordenada gastronómica ineludible en la ciudad, con tabernas en las que saborear platos típicos como el arròs rossejat. Garante de esa tradición con toques de innovación es el restaurante Balandra (balandra.cat), cuyos fogones, bajo la batuta del chef Xavier Veciana, alumbran delicias como el romesco de gallo San Pedro y escórpora o, sin más, unas sublimes gambas de Tarragona.

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La Rambla Nova de Tarragona acoge el monumento a los castells, uno de los símbolos de la ciudad y homenaje a su centenaria tradición en la construcción de torres humanas, catalogadas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Coincidiendo con las fiestas de San Juan y el inicio oficial de la temporada castellera, la ciudad iniciará una nueva edición del Tarragona, ciudad de Castells (tarragonaturisme.cat), una experiencia cultural genuina y original cuyo objetivo es simple: acercar el mundo apasionante a locales y foráneos.

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La pregunta surge sola: ¿Quieres ser por un día un casteller o una castellera? Los más pequeños no se lo pensarán dos veces, sobre todo cuando descubran los secretos de la escalada, el ritual de colocarse la faja o cómo se construye un primer pilar. No hay mejor modo de vivir esta experiencia que participar en los ensayos abiertos a los visitantes de las diferentes colles de castells de Tarragona, agrupaciones locales que, como la Colla Jove dels Xiquets de Tarragona o los Xiquets de Tarragona, construyen con su fuerza, técnica y belleza estas impresionantes construcciones.

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Si tienes alma de arqueólogo y sueñas con descubrir una ciudad donde a cada paso te topes con piedras que susurran historias, la imperial Tarraco, la ciudad más importante de la Hispania Citerior, es tu destino. Caminarás entonces por un museo arqueológico al aire libre declarado Patrimonio de la Humanidad, ya sea recorriendo sus murallas, sentado en las gradas del anfiteatro, escenario de luchas de gladiadores, o descubriendo los restos del circo, construido en el siglo I d.C., en restaurantes y tiendas de la plaça de la Font y la calle Trinquet Vell. ¿El mejor modo de no olvidar la lección de historia? Recalar en los manteles del restaurante Palau del Baró (palaudelbaro.com) y degustar su menú romano -desde su tapa yema de huevo a la llama inyectada con foie y trufa, hasta llegar al postre, tortilla de manzana con canela y fruta la pasión-, un elenco de propuestas con raíces profundas vestidas de vanguardia.

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Lo mejor de este viaje en el tiempo es que Tarragona siempre guarda un as en la manga para sorprender a los Indiana Jones por vocación. El último está escondido en el edificio desde que el que hacer una clase práctica de arqueología con 2.000 años de historia: la catedral. Ubicada donde se alzaba el recinto de culto en época romana, la catedral es una sinalefa de piedra, tiempo y cultura. Esos secretos los revela la visita singular organizada por Argos Tarragona (argostarragona.com) y que permite descubrir espacios no habituales para el gran público, como es la subida al campanario y el acceso al témenos, el muro que rodeaba la plaza del templo romano y que es visible detrás del claustro.

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Ascender los 70 metros del primero mientras se contemplan campanas del siglo XIV, es una experiencia única que se deja lo mejor para el final: la impresionante panorámica 360º que brindan los 140 metros de altura del campanario sobre la ciudad. Y para recuperar fuerzas tras la ascensión, nada como poner rumbo al cercano AQ Restaurant (aq-restaurant.com) donde Ana y Quintín han entronizado la imperial gamba de Tarragona como su César, con platos como su sopa de tomate seco con ceviche de gambas y verduras.

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¿Cuál es el mejor broche de oro para exprimir la esencia de Tarragona cómo hacen sus habitantes? Cumplir con uno de sus rituales más deliciosos: pasear –o ramblejar- por la Rambla Nova hasta el Balcón del Mediterráneo, el emblemático mirador emplazado a 40 metros sobre el nivel del mar. Llegar hasta él permite, sobre todo, disfrutar de sus impresionantes vistas: el anfiteatro romano recortándose sobre el azul marino, el puerto de Tarragona, la playa del Miracle… Y, claro está, cumplir con el ritual local de tocar ferro. O lo que es lo mismo, posar la mano en la carismática barandilla de hierro del mirador como hacen los tarraconenses. Haz lo mismo, sobre todo cuando llega el ocaso. Es un momento mágico y el mejor lugar, con el autorretrato de Tarragona sobre el mar, para conjugar la promesa de volver a saborear y vivir, de mil formas posibles, la autenticidad de Tarragona.

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