Plan en familia para estos días en las Montañas de Prades

Desde conocer villas medievales y visitar pueblos abandonados a aprender a hacer queso. Propuestas para descubrir, con la llegada de las primeras nieves, la belleza mágica de este espacio natural de la comarca tarraconense del Baix Camp.

by hola.com Sin duda, el mejor punto de partida para descubrir la zona es dejarse seducir por el encanto medieval de Prades, capital de las Montañas de Prades. Situado a casi 1.000 metros de altitud, recorrer las callejuelas angostas de este pueblo de postal es lo más parecido a un viaje al Medievo. Conocida como la vila vermella (“villa bermeja”) por la roca arenisca con la que hace siglos se construyeron sus murallas y casas, el epicentro de Prades es su Plaza Mayor, un magnífico espacio porticado en el que se concentra la flor y nata de su patrimonio histórico. Con solo una pizca de imaginación, grandes y pequeños podrán imaginar el trajín y la vitalidad del mercado medieval que, desde el siglo XII, se celebraba aquí, frente a la hermosa iglesia parroquial de Santa Maria y donde hoy brilla con luz propia otra de las joyas de la villa: su fuente esférica renacentista. Aunque para tesoros locales las famosas patatas de Prades, una delicia que puede degustarse en algunas de los fogones más reputados de la villa, a saber, los restaurantes El Nen de Prades, La Botiga, Fonda Espasa y l'Estanc.

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Los rincones medievales son inagotables en Prades. Como su antiguo portal medieval, uno de los cuatro que llegó a tener la villa. Con amplias dovelas y rematado con un matacán, los pequeños con vocación de caballero andante quedarán boquiabiertos ante esa entrada a la ciudad situada junto al crucero frente a la Plaça de Sant Roc. Otra alternativa es bordear el perímetro del pueblo y acceder por el Planet del Pont, lo que permite contemplar los restos de la muralla y el puente, frente a cuyo extremo derecho se encuentra la casa más antigua de Prades (siglo XIII). Una caminata que combina bellos parajes naturales y la riqueza patrimonial de Prades es la que tiene como protagonista la ermita de la Mare de Déu de l'Abellera. Situada a 2 km del centro del pueblo, este templete construido en 1574 al abrigo de la roca ofrece hermosas vistas del valle del río Brugent.

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Por su variada oferta de servicios Prades se convierte en el mejor campamento base para las familias a la hora de conocer el entorno natural de la zona. Para un alojamiento en plena naturaleza no hay mejor opción que el Camping Prades Park (campingprades.com). Perteneciente a la Associació de Càmpings de Tarragona (campingstarragona.es), agrupación que aglutina a 55 establecimientos turísticos, este camping familiar de montaña de 1ª categoría lo tiene todo para una estancia familiar inolvidable. Situado a cinco minutos a pie de la villa y con una superficie de 30.000 m2 rodeada de pinos, castaños, encinas y robles, cuenta con coquetos bungalows de madera de 4 o 6 plazas (con 2 o 3 habitaciones) y con todas las comodidades (baño completo, cocina, terraza, etc.). Por si fuera poco, su restaurante Comtes de Prades es lugar de peregrinaje gourmet tanto para clientes como para foráneos. Tras una excursión, por ejemplo, por el valle del río Brugent o una visita a pueblos con encanto cercanos como La Febró o Vilaplana, nada como recalar de nuevo en el camping para degustar una deliciosa y reanimadora escudella catalana o unos canelons caseros para los niños.

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Antes de adentrarse en los paisajes agrestes de la zona merece la pena visitar el Centro de Interpretación de las Montañas de Prades. Este espacio de interpretación de la naturaleza de la región y de la etnología es muy didáctico y divertido para los niños gracias a sus soportes audiovisuales e interactivos. Una de las caminatas más asequibles para toda la familia y que, al final, desvela uno de los caprichos naturales más conocidos de Prades, es la que llega hasta la Roca Foradada, un gran arco natural cincelado por la erosión en las rocas de los contrafuertes del Puntal del Colomer es fácil. Otra opción es llegar hasta el Tossal de la Baltasana, la cima más alta del Baix Camp. Su ascensión desde Prades, a unos 2 km en línea recta desde el centro de la villa tras atravesar bosques de pinos y de rebollo, no implica gran dificultad.

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Encaramado en lo alto de una colina, en la cabecera del río Brugent y con la cima del Picorandan (990 m) como guardián, Capafonts es un pueblo delicioso, ya sea como punto de partida para excursiones como para disfrutar de su serenidad.

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Su laberíntica fisonomía brinda rincones y sorpresas, como su horno medieval de pan, una verdadera rareza en Cataluña por su excelente estado de conservación en la que los más pequeños descubrirán cómo se horneaba el pan antaño. Una actividad que puede realizarse en Capafonts y que hará las delicias de los niños es, de la mano de los pastores Eva y Sergi (granjaserra.blogspot.com.es), conocer los secretos del oficio. Tras acompañar al rebaño de 200 cabras a pastar en los alrededores de la Granja Serra, los más pequeños podrán ayudar al pastor a ordeñar las cabras para, con su leche, descubrir cómo se elaboran los quesos de pastor.

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Una de las mejores excursiones en familia que se pueden hacer partiendo de Capafonts es llegar hasta la Font de la Llúdriga (Fuente de la Nutria), el nacimiento del río Brugent. Caminar por la pista forestal que discurre entre encinas, fresnos y pinos será toda una aventura en plena naturaleza para grandes y pequeños. Otra excursión fantástica es poner rumbo al misterioso pueblo abandonado de La Mussara. Habitado hasta 1960, hoy los vestigios de su pasado atesoran curiosidades como la Bassa de les Granotes (Estanque de las Ranas), junto al campanario de la iglesia de Sant Salvador, pero, sobre todo, el risco de les Airasses sobre el que descansa el pueblo. Desde sus casi 1.000 metros sobre el nivel del mar, este mirador vertiginoso regala una de las estampas más hermosas del Camp de Tarragona y del Mediterráneo. La mejor alternativa si la excursión se hace con niños pequeños es conducir por la T-704 hasta el refugio de montaña de La Mussara para, una vez aparcado el coche, caminar los apenas 400m que le separan del pueblo.

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