El lujo en un frasco volcánico

Una isla que mantiene un clima primaveral todo el año, cuyo territorio es rico en paisajes y contrastes y que ofrece una gastronomía diferenciada y de alta calidad ya es, en sí, un lujo. ¿Pero qué dirían si además les recomendamos lo mejor de lo mejor dentro de este frasco de aromáticas esencias volcánicas?

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Tenerife, la mayor de las islas del archipiélago canario, hace tiempo que dejó de ser conocida únicamente por sus playas y complejos turísticos del sur, pues ha ido sumando, año tras año, excelencia y calidad, hasta poder ofrecer un amplio abanico de ofertas destinadas al público más exigente, ese que no se conforma con lo bueno sino que busca lo mejor, sin que sea sinónimo, necesariamente, de inalcanzable.

Empecemos por una de las partes más receptivas del viajero cuando se encuentra de vacaciones: el estómago. Comer en Tenerife es un lujo, en mayúsculas. No importa si el restaurante tiene mantel de hilo y ramos de flores en sus mesas o un sencillo hule de plástico como los de algunos guachinches, que es el nombre que reciben las tabernas típicas donde antaño vendían sus productos los agricultores y ganaderos. El resultado es el mismo: sorpresa por la diversidad, el sabor, la singularidad y el mestizaje del que hace gala la gastronomía tinerfeña, aliñada en ocasiones -además de por el imprescindible mojopicón- por toques de nueva cocina innovadores y vanguardistas. Es el caso de El Gourmet Canario, el restaurante del hotel Vincci Selección Buenavista Golf & Spa, con una creativa cocina basada en el desarrollo de nuevas recetas cuya base es la tradición y los productos de la zona, como el gofio amasado con plátano y morcilla canaria, la espuma de papas con costillas o un conejo deshuesado en salmorejo. O el del restaurante del hotel Mencey, en Santa Cruz, que ofrece exquisiteces como carpaccio de pulpo sobre papa negra y cazuela de cherne con espuma de escaldón. Los gourmets más atrevidos no deben perderse una cena en el Oriental Monkey, en Playa de las Américas, pues además de ser uno de los establecimientos más bonitos de Tenerife, sus platos de inspiración oriental son una experiencia inolvidable, palabra de comensal.

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Dormir, descansar, olvidarse de los problemas cotidianos… son otros de los placeres imprescindibles que se persiguen en unas vacaciones o en una escapada. La oferta de hoteles de lujo en toda la isla es amplia, y aquí hemos de destacar de nuevo el Vincci Buenavista, en el norte, el recientemente renovado Mencey, el pionero Gran Hotel Bahía del Duque o el también sureño Abama Golf&Spa resort. Pero si al lujo le añadimos un plus, tendremos un concepto novedoso que han incorporado varios hoteles, sobre todo a lo largo de la costa sur: el de las villas de lujo. Estas dependencias, normalmente enclavadas en un recinto hotelero pero con mayor privacidad y con áreas de uso exclusivo, proporcionan al usuario un paso más en la atención que reciben, incluyendo algunas de ellas servicio de mayordomía. Es el caso de las villas del Gran Meliá Palacio de Isora, un lujo atlántico bautizado como Redlevel.
Claro que Tenerife no renuncia a lo tradicional, tampoco en el alojamiento, y ofrece hoteles de menores dimensiones y mayor privacidad, normalmente producto de la remodelación y restauración de antiguos palacios o casas nobles, cuyo lujo y sofisticación no están reñidas con la sencillez. Así ocurre con el hotel San Roque, en Garachico, exquisita y antigua casa señorial del siglo XVIII que combina su aire tradicional con el buen gusto por el arte moderno y el mobiliario de diseño Bauhaus de sus propietarios.

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Y si hablamos de relajar cuerpo y mente, lo mejor es ponerse en manos de expertos profesionales. Tenerife cuenta con más de una docena de centros de spa y relajación, con todo tipo de tratamientos a base de piedras volcánicas, algas, frutas, chocolate, hidroterapia... Algunos de estos establecimientos están integrados en hoteles, como el Oriental Spa Garden del Hotel Botánico, en Puerto de la Cruz, cuyos jardines de 3500 m2 rodean el que está considerado uno de los mejores spas de Europa.

Otra forma de relajarse es practicar el golf en alguno de los ocho campos de los que disfruta la isla. Todos tienen su particularidad, desde el diseñado por Severiano Ballesteros, en Buenavista del Norte –que destaca por su integración en el medio natural y sus 5 greens pegados al mar- al Real Club de Golf de Tenerife, en Taroconte, el segundo en antigüedad en España y con un cierto carácter británico, pasando por el Amarilla Golf, en San Miguel de Abona, prácticamente volcado al Atlántico.

Para acabar con esta selección de lujo, no debemos olvidar que en la isla abundan las boutiques, joyerías y perfumería de alta gama, sobre todo en Santa Cruz, La Laguna, Puerto de la Cruz y Playa de las Américas, o que podemos aprovechar los diferentes puertos deportivos o recreativos para alquilar embarcaciones o excursiones en catamarán, velero o yate. ¿Qué más se le puede pedir a una isla?

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