Navega en libertad por la costa croata

No hay en toda Europa un escenario más despampanante para navegar que la costa de Croacia. Saltando de una isla a otra por un mar de transparencias casi caribeñas, sin construcciones que dañen a la vista, y regresando a puerto cada noche para cenar en algún pueblito lleno de encanto tras una jornada por roquedos y calas salvajes que ni en pleno verano conocen la masificación.

by hola.com

Dubrovnik, una vez reconstruida al finalizar la guerra de la antigua Yugoslavia, volvió a convertirse en una de las estrellas más solicitadas de todo el Mediterráneo. Y no es que sus calles adoquinadas, flanqueadas por barrios enteros de caserones muy antiguos encerrados entre murallas no lo merezcan, pero la costa de Croacia guarda un tesoro no menos valioso, y bastante más secreto. Al menos para los españoles. Porque los centroeuropeos hace tiempo que descubrieron el placer de navegar por estas aguas increíblemente turquesas del Adriático por las que afloran cerca de 1.200 islas. Deshabitadas algunas y absolutamente salvajes, o con encantadores pueblitos de piedra y balcones floridos con un buen puñado de siglos a sus espaldas.

La navegación sigue figurando en el imaginario colectivo como una opción al alcance sólo de unos pocos, pero lo cierto es que no tiene necesariamente que ser algo prohibitivo, y el único peligro de alquilar un velero con un grupo de amigos es el de llegar a crear adicción. Además, ni siquiera es necesario saber leer una carta náutica, ser un as manejando las velas y mucho menos tener permiso alguno, porque siempre será posible contratar los servicios de un patrón, capaz además de elegir la mejor ruta para cada jornada en función del viento, claro, pero también de lo que apetezca hacer en cada momento.
Salvo en que se va por el mar, la experiencia de alquilarse un velero, un catamarán o un yate a motor no podría ser más distinta a un viaje en un crucero convencional, donde todo va rigurosamente organizado y medido, a diferencia de la libertad total que proporciona el navegar a su aire.

Elegir el tramo de costa a recorrer será, y más en Croacia, el verdadero dilema, porque las posibilidades son tantas, y tan apetecibles, que tener que optar por unas islas y desechar otras puede convertirse en la mejor excusa para repetir al año siguiente. Desde Rijeka hasta Dubrovnik aparecen auténticos paraísos para la navegación. Al norte, la bahía de Kvarner, con la posibilidad de ir combinando islas imprescindibles como las de Krk, Cres, Losinj, Rab o Pag, con otras mucho más pequeñas y anónimas. Y más al sur, partiendo del antiguo puerto griego de Trogir o de la preciosa ciudad de Split, se puede también poner rumbo hacia las islas de la archifamosa Costa Dálmata, en la que el viajero tendrá que optar entre surcar a vela el árido y solitario archipiélago de las Kornati, con sus paisajes lunares y sus geografías casi desiertas, o decantarse por islas con tanta historia a sus espaldas como Korcula, la patria chica de Marco Polo; Hvar, la Ibiza croata, o Brac, donde combinar sus recoletas ciudades pesqueras y pueblitos de piedra con escenarios naturales de la talla de Zlatni rat, ese “Cuerno de Oro” de arena que muchos alaban como la playa más bella de todo el país, a pesar de que otros tantos prefieran esos escenarios del todo vírgenes, sin construcción alguna a la vista ni apenas visitantes, presididos por recónditas calas entre bosques de pinares y plataformas de roca por las que se rinden al sol los bañistas, a menudo como Dios los trajo al mundo.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Vuelos directos de Madrid a Dubrovnik, con Iberia, a partir de unos 318 €, y de Barcelona, con Vueling, desde unos 150 €.

Moverse por las islas
La gran ventaja de alquilar un velero o yate a motor es, precisamente, la libertad de llegar a calas recónditas a las que no hay acceso por tierra. En estas embarcaciones, el patrón ayudará a elegir la ruta más adecuada para cada jornada a bordo en función del viento que haga.

Viajes organizados
Hay muchas empresas que se dedican al alquiler de veleros y embarcaciones de motor en Croacia, como Adriática, o desde España, como Aproache, con precios esta última que oscilan entre los 1.450 € durante la temporada baja, y los 2.700 € en pleno verano, por el alquiler durante una semana de un velero con capacidad para seis ocupantes. No se incluyen los amarres ya que serán los pasajeros quienes decidan si prefieren pasar la noche fondeados –que es gratis– o regresar a puerto. Tampoco el combustible, que se consumirá más o menos en función de si usa más la vela o el motor, ni las comidas, que los propios pasajeros podrán preparar a bordo siempre que no quieran ir a tierra a buscar un restaurante. Y si se necesita contratar un patrón, habrá que contar con 125 € más por día.

Mejor época
Desde finales de marzo hasta comienzos de noviembre, teniendo en cuenta que en julio y agosto los puntos más turísticos estarán bastante llenos –aunque rara vez masificados–, pero también mucho más animados.

Dónde dormir
Lo habitual es dormir en los camarotes del barco que se haya alquilado. Si se desea prolongar la estancia en cualquier punto de la costa, la mencionada agencia Adriática ofrece una gran elección de hoteles repartidos por todo el país, además de villas, agroturismos, casas de vacaciones y hasta faros en los que instalarse algunos días.

Dónde comer
Si no se han contratado los servicios de un cocinero, que también es una opción, un buen plan para los días a bordo es acercarse a algún mercado por la mañana para comprar los ingredientes para prepararse el desayuno y una comida ligera en la cocina del barco y, tras pasar el día navegando, regresar a puerto para salir a cenar a algún sitio bonito. En la isla de Hvar, el restaurante Palaca Paladini, en los jardines de un palacio renacentista, o, a la orilla del mar a las afueras de ésta, la más informal Konoba Kotin (Milna). También especializada en pescados y mariscos a la parrilla y con unos mejillones de escándalo, la Konoba Briskula (Setaliste Frana Krsinica bb) de Korcula o, en Brac, la Taverna Riva, junto al mar, en Bol.

No te pierdas
Fondear junto a la playa de Bol o Zlatni Rat (isla de Brac), una tremendamente fotogénica lengua que se adentra medio kilómetro en el mar. Su bullicio será el contrapunto perfecto a las solitarias calitas y roquedos que presidirán los días a bordo.

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