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La antigua soberana no habría querido que se organizara un funeral de Estado en la imponente catedral de Bruselas, sino una íntima despedida en la parroquia del palacio de Laeken, ni que se abriera una capilla ardiente al público
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"Me dijo que no quería ser expuesta. Con su habitual humor me confesó que había encargado el féretro más feo posible para que se no se atrevieran a mostrarlo en público", según el abad Benoît Lobet, consejero espiritual de la reina Fabiola en los últimos años
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