La vuelta de la Duquesa de Cambridge: más princesa que nunca

Por hola.com

Ha vuelto más princesa que nunca. El retorno de la Duquesa de Cambridge a la vida oficial tras su segunda maternidad ha sido pausado, paulatino, creciente… Definitivo. Como si ser madre lo cambiara todo, también ha marcado un antes y un después en su trayectoria real y, a su regreso de su baja maternal, la Duquesa aborda un compromiso tras otro con el brillo de una verdadera reina.





Un brillo que no sólo es exterior, aunque tal vez sea más llamativo. Incluso más aún: deslumbrante. Y es que, siguiendo los consejos de la reina Isabel para ser una buena princesa y dar la mejor imagen del reino, la Duquesa de Cambridge ha comenzado a acudir con mayor frecuencia a los cofres reales, llenos de tesoros para coronar sus veladas de gala, y a lucir algunos de los atributos propios de la realeza.

Ha vuelto a pasear con tiara por los salones del palacio de Buckingham con ocasión de su primer banquete de Estado en honor al Presidente y la Primera Dama de China. Dos años después de la última vez que la Duquesa se coronara, ha rescatado de nuevo la diadema de flor de loto -probablemente en deferencia al país invitado, al igual que su vestido de color rojo de Jenny Packham-, y otras joyas espectaculares como los chandelier, que pertenecieron también a la Reina madre; el brazalete que el Duque de Edimburgo regaló a la reina Isabel por su boda, y otro brazalete de diamantes de la colección de la soberana británica.

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Y, después de su picoteo en el joyero materno para tomar prestados los pendientes que se estilan en palacio -los llevan la reina Letizia, Máxima de Holanda, Charlene de Mónaco y, entre otras, Mary de Dinamarca- y convertirse en la estrella más brillante de toda una constelación de Hollywood durante el estreno mundial de la nueva película de James Bond, ha vuelto a la cámara acorazada en busca de los pendientes de diamantes y zafiros de flecos de la Reina madre que anoche remataron su floreciente vuelta a escena con motivo de la gala benéfica de la fundación 100 Women In Hedge en el Museo Victoria y Albert.

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Pero la tiara no hace a la princesa. Son los actos, que es lo mismo que decir en su caso la agenda oficial, los que sacan a relucir la condición real de cada uno. A la Duquesa le crecen las causas benéficas y los compromisos de representación, que son además más profundos y de mayor relevancia en los últimos tiempos. Ha salido de la zona de confort en las citas de solidaridad y, a las habituales visitas a escuelas, hogares y hospitales, añade otras más espinosas como haber cruzado los barrotes de la cárcel para hablar con mujeres reclusas.

Y, en respuesta a su buen desempeño oficial, la Familia Real británica le otorga mayor presencia en las ocasiones de mayor peso institucional como su reciente debut en un banquete de Estado. Eso sin olvidar una apretada agenda oficial en solitario totalmente autónoma. Tal vez brille menos que sus últimas joyas el hecho de que la Duquesa de Cambridge esté más involucrada en su doble labor de poner la corona al servicio del reino y el corazón al servicio de los más necesitados. Pero es que la realeza también está en el interior.


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