Así ha sido el bautizo de la princesa Charlotte de Cambridge

Por hola.com

De contrastes. Privado, pero también público; íntimo, pero también multitudinario; solemne, pero también espontáneo. Y es que más que en la intimidad real –familia y amigos-, el primer sacramento de la princesa Charlotte de Cambridge se ha celebrado en la intimidad Real de una Princesa de Reino Unido: con una pequeña representación de ambas familias y de los amigos más íntimos de los Cambridge, de puertas para adentro de la Iglesia St. Mary Magdalene de Sandringham, y con una amplia representación de británicos, de puertas para afuera.

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Los Duques, que querían agradecer tantas y tantas muestras de cariño desde el nacimiento de su pequeña, extendieron su invitación a todo aquel que quisiera celebrar con ellos el gran acontecimiento y han habilitado especialmente para la ocasión un paddock abierto al público en las inmediaciones del templo para que pudieran presenciar así a la pequeña gran protagonista antes y después del servicio. Cientos de estos invitados inesperados han podido saludar, aclamar y fotografiar a los invitados oficiales cuando estos han descendido del coche y se han vuelto hacia el público repetidas veces agradeciéndoles su presencia.

Han llegado por orden de protocolo los padres de la duquesa de Cambridge, Michael y Carole Middleton, y sus hermanos, Pippa y James Middleton; los cinco padrinos de la pequeña; el abuelo paterno, el príncipe Carlos, y su esposa, la duquesa de Cornualles, que ha protagonizado un momento Marilyn cuando el viento le ha levantado la falda a su llegada, y por último los bisabuelos de la niña, los miembros de más alto rango, la reina Isabel, de rosa, y su marido, el príncipe Felipe, muy atento con los admiradores reales. El príncipe Harry ha sido el gran ausente de la celebración, debido a su viaje a África para trabajar durante tres meses en proyectos de conservación.

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El entusiasmo de compartir este día histórico con su familia real se ha hecho furor cuando los Duques de Cambridge han hecho su primera aparición pública junto a sus dos hijos, recorriendo a pie el trayecto que conduce hasta la iglesia, con su precioso bebé en un cochecito vintage de Millson y el adorable príncipe George, muy elegante de rojo, de la mano del príncipe Guillermo.

La Duquesa, radiante con un abrigo-vestido de Alexander McQueen y tocado de Jane Taylor, todo de color márfil, empujaba el coche que fuera usado por la reina Isabel para sus hijos los príncipes Andrés y Eduardo en la década de 1950 y en el que hoy viajaba la princesa Charlotte, muy despierta agitando piernecitas y bracitos. También el príncipe George ha hecho las delicias de todos con un conjunto de Rachel Riley, casi idéntico al que el príncipe Guillermo llevaba en su día cuando fue a conocer en el hospital al entonces recién nacido príncipe Harry. El pequeño príncipe George, aturdido por la enorme expectación suscitada al nutrido grupo de curiosos que no dejaba de aplaudirle y gritar su nombre, miraba hacia todas partes para no perder detalle y se tiraba continuamente de su pantalón nuevo que no terminaba de resultarle cómodo, mientras su padre le animaba a saludar a la gente que se dirigía a él. El bautizo de su hermana ha servido para descubrir cómo llama el príncipe George a su bisabuela, la reina Isabel II. Parece que sus padres han querido ponérselo fácil y que se refiera a ella simplemente como "nanny" (tata). En un vídeo se puede escuchar como su padre usa ese término al hablar con el príncipe George y referirse a la soberana.

Pero todos los ojos, incluida la experta lente de Mario Testino que ha ejercido de fotógrafo oficial del bautizo, han estado clavados en la princesa Charlotte, preciosa con el mismo vestido de cristianar que en su día llevó su hermano mayor en su propio bautizo en 2013. La delicada creación de encaje es una réplica del largo faldón, blanco con adornos en batista, que vistieron los hijos de la reina Victoria en 1841 y usado por un récord de 62 bebés, incluida la reina Isabel, el príncipe Carlos y el príncipe Guillermo.

Cuando la preciosa familia por fin se reunió con sus invitados a la entrada de la iglesia, eran todo sonrisas. Todos, menos ella. No sabemos si la pequeña habrá llorado en el momento crucial de la ceremonia, cuando el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby, haya derramado las aguas bautismales especialmente traídas del río Jordán sobre su cabecita en la tradicional pila bautismal de lirios, que por primera vez ha abandonado Londres. Lo que sí dejó más que patente momentos antes de acceder al templo es que tiene buenos pulmones. Por su parte la Duquesa de Cambridge dio muestras de su instinto maternal y, al primer sollozo, la tomó en sus brazos y la acunó hasta tranquilizarla por completo.


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Los Duques también han querido infundir normalidad a la ceremonia, y por extensión a la vida de su hija, por lo que la pequeña, que ha sido bautizada con los nombres Charlotte Elizabeth Diana, ha contado con cinco padrinos o guardas espirituales, como ellos mismos lo han denominado, elegidos entre sus amigos más cercanos y familiares y no entre la alta sociedad inglesa. Han tenido el honor Laura Fellowes, una de las sobrinas de lady Diana, en un nuevo homenaje a la siempre recordada Princesa de Gales –la pequeña lleva como tercer nombre Diana y ha recibido el sagrado sacramento en el mismo templo que su abuela en agosto de 1961-; James Meade y Thomas van Straubenzee, amigos del príncipe Guillermo; Sophie Carter, amiga de la Duquesa de Cambridge, y su primo, Adam Middleton, el hijo del hermano de Michael, Richard, que trabaja para Mayfair Manchester Square Partners y asesora a altos ejecutivos de empresas.

Al término de la ceremonia, 45 minutos después, los Cambridge han encabezado la procesión de vuelta para poner el final más dulce al servicio religioso. Un té privado con el que los Duques de Cambridge obsequiarían a la Familia Real británica, a los Middleton y a los padrinos de la princesa Charlotte en la residencia de la Reina en Sandringham. Los invitados degustarían el pastel del bautizo, que como es habitual en Reino Unido es uno de los pisos de la tarta de bodas de los Duques de Cambridge como prolongación de aquel feliz día. El artístico pastel nupcial, diseñado por Fiona Cairns y expuesto en la galería de Imágenes de palacio, estaba primorosamente decorado con 900 flores nacionales del Reino Unido de azúcar blanco (la rosa de Inglaterra, el cardo de Escocia, el narciso de Gales y el trébol de Irlanda) y cubierta glaseada en los ocho niveles elaborados con 17 pasteles de frutas individuales (12 de los cuales formaban la base). De nuevo volvíamos a ser testigos de las sonrisas más rutilantes, los saludos más entusiastas y las caritas más tiernas de los pequeños Príncipes de Cambridge.