La duquesa de Cambridge pasa su primer Día de los Enamorados como mujer casada a casi 13.000 kilómetros de su marido. Mientras el príncipe Guillermo se encuentra de servicio como piloto de rescate en las remotas islas Malvinas, ella continúa cumpliendo con su agenda oficial en solitario en Reino Unido. Esta vez ha viajado hasta la localidad de Liverpool para visitar The Brink Trade Co, un bar benéfico abierto recientemente al público, que ofrece bebidas sin alcohol y un menú de temporada para adictos rehabilitados.
Pero porque la duquesa no tuviera príncipe, no significa que no tuviera San Valentín. Catherine recibió una tarjeta, una taza y un ramo de rosas rojas de un admirador: Jaqson Johnson-Lynn, un niño de ocho años. El pequeño, hijo de Jacquie Johnston-Lynch, una trabajadora de la ONG de ayuda contra el alcoholismo y la drogadicción Action on Addiction, fue elegido para entregarle los regalos a la visitante real, que acompañó con una breve nota: "Querida Kate, feliz día de San Valentín, te quiero, Jaqson". Además, el menor expresó a la duquesa su tristeza por la ausencia del príncipe Guillermo.
No era su único fan. La duquesa fue recibida a su llegada al establecimiento entre aplausos y vítores por varias decenas de personas que portaban banderas de bienvenida, así como por un coro de adictos rehabilitados, que interpretó una canción tradicional de los indios americanos denominada Wings of a Dove (Alas de paloma), un "canto a la esperanza y la felicidad", según los miembros de la organización. Durante su visita, la duquesa Catherine, haciendo gala de la sencillez y naturalidad que la caracterizan, se puso al otro lado de la barra y ayudó a preparar un cóctel sin alcohol, con almendras, miel, nata y plátano, al que llamaron en su honor La Duquesa.
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