La Familia Real de Holanda preside la solemne apertura del Parlamento

Por hola.com

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Holanda ha vuelto a brillar. Ayer, como todos los terceros martes de septiembre desde 1887, la Familia Real holandesa al completo celebró el Día del Príncipe (Prinsjesdag en neerlandés), que marca el inicio del curso político con la apertura oficial del Parlamento y el Senado holandés y la presentación formal de los presupuestos generales del Estado para el año próximo.

El boato con el que se celebra esta fecha repleta de tradiciones y rituales no se ha echado en falta tampoco en esta ocasión. La soberana se ha desplazado como todos los años en este día en la Carroza de Oro (Gouden Koets), un regalo de la ciudad de Ámsterdam a la reina Guillermina en su coronación. Ocho caballos de las Caballerizas Reales han tirado de la carroza, que fue fabricada por los hermanos Spijker. El carruaje, de madera de teca llegada de la Isla de Java y cubierta de láminas de oro, destaca por sus dimensiones ya que la reina Guillermina pidió que fuera lo suficientemente alto como para permitirla estar de pie dentro de él. Este tamaño fuera de lo común sigue creando problemas cuando la carroza tiene que pasar por la puerta de acceso. Durante todo el trayecto cerca de 40.000 ciudadanos se agolparon tras las vallas de seguridad para saludar a la Familia reinante, la mayoría de ellos luciendo ropa o complementos de color naranja, en homenaje al color que simboliza a los Orange.

La tradición del Prinsjesdag también prescribe que las damas deben asistir tocadas, algo que permite ver arriesgados sombreros y pamelas, hasta el punto de ser popularmente conocido como el Ascot holandés. La Reina, fiel a su estilo sobrio, apareció vestida con abrigo y vestido bordados de color gris, con corte al pecho, y sombrero a juego. Por su parte, la princesa Máxima eligió para la ocasión un elegante vestido y pamela de color rosa palo. La princesa Laurentien, las más vanguardista de las damas, se decantó esta vez por un conjunto rojo y un tocado de plumas a tono. La princesa Margarita vestía un traje de color café con escote de pico, falda de seda y tocado de plumas a tono. El príncipe Guillermo, por su parte, hizo acto de presencia con el uniforme de gala de la Marina Real, en su condición de Comandante de la misma. El príncipe Constantino vistió un chaqué con chaleco gris, combinación que igualmente eligió su tío, Pieter van Vollenhoven.

 

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Una vez terminado el paseo por las calles de La Haya, la Reina y el resto de miembros de la Casa Real fueron recibidos en la Sala de Armas por el Gobierno al completo así como los representantes de las más importantes instituciones neerlandesas como el Cuerpo Diplomático, el Consejo de Estado, el Defensor del Pueblo, el Gabinete de la Reina, el Consejo de Nobles y la Cancillería de la Orden de los Países Bajos. La Soberana holandesa tomó asiento en el trono y procedió a leer el tradicional discurso en el que se repasan los desafíos a los que se enfrenta Holanda, desde un punto de vista económico, político y social. La Reina ha subrayado este año la importancia de la tolerancia en la sociedad holandesa y ha alentado a intentar salvar las diferencias entre los diversos partidos políticos. "Una sociedad armoniosa está basada en el respeto, la tolerancia y la cortesía. Alcanzar esto supone un esfuerzo, pero es la responsabilidad de todos nosotros conseguirlo", afirmó la Soberana. También recalcó la importancia de un Gobierno estable para superar las dificultades económicas surgidas tras la crisis financiera.

 

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Tras la lectura del discurso la Familia Real regresó al palacio Noordeinde para protagonizar otro de los tradicionales momentos del día: el saludo desde el balcón del palacio. El discurso se cerró con el tradicional ¡Viva la Reina! que fue respondido por todos los presentes en la Sala de Armas con un triple ¡Hurra! Esta costumbre fue adoptada por primera vez en 1897. Tras la intervención de la soberana y un breve desfile militar, la comitiva de la Familia Real holandesa volvió al Palacio Noordeinde para saludar desde el balcón a los ciudadanos allí congregados, que les recibieron con aplausos y vítores. Y es que la solemne ocasión sirve también para que los holandeses muestren su simpatía y cariño a los Orange.