“Ella eligió ese sitio hace treinta años y nunca quiso cambiarlo. Es una casa solitaria en el pico de una montaña, unida por caminos sin asfaltar, terribles, de esos donde no pueden cruzarse dos coches”, nos cuenta el periodista, que advierte que lo habitual era cruzártela por Ribadesella, haciendo recados siempre con el cigarrillo en la mano.