Cómo Felipe y Matilde de los belgas han adaptado sus despachos a las actuales circunstancias

Ambos han cambiado su agenda oficial por la crisis sanitaria mundial y sus espacios de trabajo son ahora más adecuados para las videollamadas y el teletrabajo.

Por Juditha Triumphans

La realeza está donde se la necesita, incluso en tiempos de coronavirus (o precisamente en estos tiempos). El confinamiento que países del mundo entero han adoptado como medida fundamental para evitar la propagación de la pandemia obliga, igual que a todos, a reyes y príncipes a permanecer en sus residencias, lo cual no les ha impedido estar allí donde se les requería. La misión de servicio late en el corazón de la institución ahora más que nunca, aunque las circunstancias hayan cambiado la logística. Y, como no podía ser de otra manera, también Felipe y Matilde de los belgas han adaptado la agenda oficial a las exigencias del momento.

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El bienestar del país es la gran causa real y, con el fin de seguir dando cumplida asistencia en cuarentena, de un día para otro las Familias Reales se han entregado a cubrir todas y cada una de las necesidades de esta crisis desde sus palacios, modificando su modus operandi en aras de esos dos metros prescritos, pero manteniendo su mano tendida igual de firme que siempre. Como todos sus homólogos, también  Felipe y Matilde de Bélgica han cambiado su agenda oficial y, a medida que han ido descubriendo las particularidades de esta nueva agenda a distancia, han adaptado sus despachos a las exigencias del teletrabajo.

Dando continuidad expeditiva a su labor, el rey Felipe, con el portátil a cuestas, mantuvo reuniones telemáticas con los distintos colectivos afectados desde distintas ubicaciones de palacio, dependiendo de las características de cada encuentro. Abordó una de sus primeras videoconferencias sentado en un sillón de su despacho frente a una pequeña mesa auxiliar con el ordenador.

Matilde de Bélgica buscó un escenario cómodo, acogedor y liviano para atender a sus primeras visitas online, una sala de estar que ofrecía la imagen de cercanía que la epidemia vedaba. Sin embargo, no todos los lugares favorecían una postura adecuada, ya que es importante que la pantalla se encuentre a la altura visual, ni por encima ni por debajo. 

Igual que la agenda oficial se había puesto a disposición de las urgencias de esta crisis, varias dependencias palaciegas de los reyes Felipe y Matilde se pusieron a disposición del teletrabajo para atajar la situación. Hasta que los soberanos belgas dieron con la tecla e hicieron de una de sus estancias una sala de videoconferencias, tal vez inspirándose en los despachos de nuestros Reyes, y ahora una enorme pantalla es su ventana al reino y una mesa espaciosa, vestida de blanco impoluto, es esa institución monárquica neutral en la que caben todos.

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