La Baronesa de Cabrol, leyenda de la alta sociedad francesa

Daisy Cabrol fue conocida por sus espectaculares fiestas, que reunieron a lo más selecto de la sociedad europea

Por hola.com

Durante más de cincuenta años Daisy de Cabrol (1915-2011) y su marido Fred representaron la excelencia de la alta sociedad francesa. Sus memorables fiestas reunieron a lo más granado de la jet set europea, pudiendo ser consideradas como los últimos vestigios del lujo y el exceso, tal y como se consideraban en el siglo XX.

Marguerite d’Hacourt, conocida desde pequeña como Daisy, nació el 12 de mayo de 1915, siendo la única hija de Étienne, Marqués d’Harcourt y la esposa de éste, Marie de Curel. Por parte materna, Daisy descendía de la afamada dinastía de industriales Wendel, dedicada al acero y al hierro en la Lorena, y de Nicolas Soult, colaborador cercano de Napoleón y tres veces Primer Ministro galo. Tras una infancia feliz, la joven Daisy conocería a su futuro marido, Fred de Cabrol, Barón de Cabrol de Moute, en su fiesta de puesta de largo. El flechazo fue instantáneo. El hecho de que el Barón fuera un talentoso decorador – suyo es el diseño de los salones del Hotel Jorge V de la capital del Sena – pareció ser decisivo para Daisy, una apasionada del arte. La pareja contraería matrimonio el 5 de julio de 1937 y sería, de hecho, inseparable hasta la muerte del Barón en 1997.

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Ya desde el principio de su matrimonio, la baronesa Cabrol decidió organizar una fiesta anual con fines benéficos a la que acudiera la crème de la crème de la sociedad parisina, francesa e incluso europea. Así en 1947 los Cabrol intimaron con los Duques de Windsor, llegando a ser invitados habituales del mítico Chateau de la Cröe, lugar de residencia del príncipe Eduardo y Wallis Simpson en el Cabo de Antibes. La Baronesa recordaría muchos años después el lujo de los Duques en una época, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, de grandes carencias en el antiguo continente.

“La Duquesa era la mejor de las anfitrionas. Siempre tenían la más deliciosa de las comidas”, según Daisy Cabrol que se convirtió en la amiga íntima de la Duquesa de Windsor hasta el fallecimiento de ésta en 1986. Los Duques de Windsor no serían los únicos millonarios que los Cabrol frecuentaran. Entre sus mejores amigos se encontraba asimismo el magnate griego Stavros Niarchos. En una ocasión el Barón y la Baronesa fueron con el naviero y con el actor Douglas Fairbanks de crucero desde la Riviera francesa a Grecia. En el colmo del exceso, el menú del yate de Niarchos se limitaba a grandes bandejas de caviar. Según la Baronesa, que recordó el crucero en una entrevista de los años noventa, el viaje acabó convirtiéndose en una pesadilla. “¡Nadie puede comer caviar ocho días seguidos!”, exclamaba Daisy Cabrol.

En los años cincuenta la fama del Barón y la Baronesa, y concretamente la de sus fiestas, se disparó. Especialmente memorable fue la edición de 1954 en la que Daisy Cabrol logró juntar a figuras tan dispares como Charles Chaplin o la Begum Aga Khan en el Palacio de Hielo de París. Los invitados se mostraron entusiasmados con la idea y se lanzaron a patinar sobre la pista. Quizás el hecho de que estuvieran achispados con el mejor de los champanes o de sus poco apropiados atuendos, hizo que se produjeran innumerables caídas. Según varios testigos, al final de la noche la pista de hielo estaba repleta de diamantes perdidos por las invitadas accidentadas. En 1978 la Baronesa consiguió que la normalmente reacia a los actos públicos Marlene Dietrich fuera la protagonista de la fiesta y cantara sus canciones para los invitados. La importancia de los eventos de la Baronesa en la historia de la alta sociedad gala no es poca.

Hasta su llegada apenas se organizaban tres o cuatro grandes fiestas al año y siempre antes del gran acontecimiento que suponía el Grand Prix de las carreras de caballos de París a finales de junio. Con sus fiestas, Daisy Cabrol hizo ver que era posible organizar eventos sociales a lo largo de todo el año, y, además, convenció a los más conservadores de que aquellos podían tener un toque de excentricidad que los convertían en inolvidables no sólo para los privilegiados invitados, sino también para las páginas de sociedad de las publicaciones francesas.

El éxito de la Baronesa en la alta sociedad francesa fue mayúsculo. Pronto se convirtió en amiga íntima de Marie-Hélène de Rothschild, esposa del barón Guy de Rothschild, y pudo asistir a un mítico baile, inspirado en el surrealismo, que Rothschild ofreció en su Chateau de Ferrières en 1972. Asimismo frecuentaba las fiestas de la vizcondesa Marie-Laure de Noailles y, junto a su marido, visitó frecuentemente el lujoso yate Gaviota de los millonarios Arturo López Willshaw y el Barón de Redé. Entre sus amistades se encontraban también personajes de dudosa reputación, como el príncipe Youssoupov, asesino de Rasputín reconvertido en París en diseñador de moda. En cualquiera de los casos, Daisy Cabrol se convirtió en un miembro indispensable de la Francia más exclusiva y opulenta.

La baronesa Cabrol siempre destacó por su arriesgado estilo a la hora de vestir. En sus fiestas aparecía siempre luciendo atuendos espectaculares, muchas veces incluso disfraces, como el de la mujer de Luis XIV o incluso de árbol o de plato. Sin embargo, la extravagancia se combinaba con la alta costura. La Baronesa fue musa y cliente de diseñadores de la talla de Jacques Heim, Robert Piguet, Lanvin o Schiaparelli. La aparente frivolidad de su existencia se compensaba con su amistad con intelectuales de primer orden como Jean Cocteau y Louise de Vilmorin. Por su parte, su marido se convirtió en un reputado artista, famoso por sus collages, en los que evocaba las grandes fiestas de su mujer. También fue el responsable de decorar la casa del matrimonio llamada Grosrouvre, al suroeste de París y entre sus clientes se encontraban las princesas Ghislaine de Polignac y Laetitia de Arenberg.

Tras la muerte de su marido la Baronesa se refugió en sus recuerdos, así como en sus hijos, dos varones y una mujer, y sus nietos. Preguntada sobre su vida, la Baronesa, en su última entrevista confesó que ella y su marido habían sido “muy felices”, afirmando con nostalgia sin embargo que “todo aquello pertenece ya al pasado”. Con su muerte, el 12 de mayo de 2011, una era de la alta sociedad gala llegaba finalmente a su fin.