La historia de Cristina, la novia de la capa geométrica que se casó tras más de 10 años de amor

Nuestra protagonista celebró su boda en una bodega de El Puerto de Santa María y diseñó ella misma su papelería nupcial

Por Estrella Albendea

Uno de los grandes objetivos de los novios al organizar su boda es que en el resultado se perciba su sello, se entienda que ese enlace está repleto de referencias a la pareja. Algunos lo consiguen con ayuda y otros lo hacen por sí mismos, pero no hay nada como que alguno de los protagonistas se implique especialmente en el proceso con una creación artesanal. Así fue como lo hizo Cristina, la novia de El Puerto de Santa María que se casó en mayo y no hace más que triunfar en las redes sociales. “No contratamos wedding planner, tanto a mi como a mi madre nos encanta organizar fiestas y eventos. Además, me gusta mucho la pintura por lo que dibujé todos los detalles de la boda: invitaciones, sitting, meseros y paipáis. Disfrutamos mucho con los preparativos”, nos explica. Y a ese éxito personal se suma su look, un vestido satinado con una capa geométrica, que no ha dejado a nadie indiferente.

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Un diseño con historia

Cuando empezó con la búsqueda del atelier que haría su diseño de novia, Cristina estaba convencida de varias cosas: “Desde el principio tuve claro que quería un vestido y sabía tres cosas: quería un vestido de satén de seda, que la geometría estuviera presente en mi look y no quería llevar velo. Me encanta bailar y necesitaba un vestido cómodo y a la vez de mi rollo, elegante y cañero”. Confió entonces en el equipo de From Lista With Love, por lo bien que congeniaron. “Desde el primer momento tuve muchísimo feeling con ambos, entendieron a la perfección mi estilo. Son unos cracks. Además, comparto profesión con Zuma (arquitecto) lo que hacía que nos entendiéramos aún mejor”, apunta.

Incorporaron esas geometrías que quería Cristina en una espectacular capa de guipur con capucha, que dejó a los invitados boquiabiertos a la entrada en la iglesia. “Siguiendo con la idea de las geometrías, formaba una especie de hexágono con una circunferencia dentro”, concreta. A ello se añadió algún cambio, motivado por una modificación de fecha, dado que en un principio la pareja se casaba el 4 de julio de 2020 y fue el 15 de abril de 2021 cuando finalmente se dieron el ‘sí, quiero’. “Únicamente modificamos la espalda que era más descubierta prevista para julio, pero para mayo decidimos cerrarla”, comparte Cristina.

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Toques finales del look

Para completar el look apostó por unos zapatos de Magrit negros, con flores de cristal, que una buena amiga le regaló. Un regalo fueron también sus joyas y el ramo de novia. “Los pendientes fueron regalo de pedida de mis suegros, unas medias lunas de brillantes de Suarez. También lleve el solitario de Suarez con el que Gon (el novio) me pidió matrimonio, un zafiro regalo de mis padres estas navidades (fue mi algo azul) y el collar Amulette de Cartier, regalo de mis padrinos”, confiesa. El ramo, por su parte, lo realizó el equipo de Ena por encargo de dos de sus mejores amigas: “Me apetecía que fuera de rosas degradadas y con tallos largos, evitando el tipo bouquet”.

Y, ¿qué fue de su look de belleza? Para su peinado y maquillaje fue Juana Poyatos la elegida. “Quería un look sencillo y desenfadado”, introduce. Y continúa: “En cuanto al pelo llevé una coleta baja, fácil de soltar para el baile y una semana antes decidí ponerme una diadema de plumas que vi por Instagram para ese momento y me encantó para darle un toque tipo festival”. 

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Las Bodegas Osborne, el escenario elegido

La decisión de Cristina, un estilismo lleno de personalidad, es la clave de su éxito en redes sociales y uno de los muchos motivos por los que no paraba de sonreír en su gran día. “La boda la celebramos en El Puerto, la ceremonia en la Parroquia de San Francisco, Jesuitas y la celebración en las bonitas Bodegas de Osborne”, nos indica. Un total de 150 invitados (en un principio iban a ser más, pero las limitaciones lo impidieron) se dieron cita en su enlace: “Pensábamos hacer una boda de noche con el baile en una de las bodegas, pero tuvimos que modificarla a de día y todo exterior, tanto la comida como el baile, lo que implicó un cambio en la decoración”.

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Sin embargo, los novios solo pueden recordar ese día desde el lado positivo y reconocen que posponer la boda les permitió poner más dedicación en cada detalle y perfeccionar cada momento de aquel gran día. Aprendieron a hacer cambios en tiempo récord y exprimieron con un sonrisa muchas partes del proceso: “Pudimos disfrutar de un día divertidísimo, bonito y especial”. Por eso animan a todas las parejas que se casan próximamente a que celebren su boda sin miedo a cambios o a un enlace íntimo, pues esto último fue lo que les permitió disfrutar más de los invitados.

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Una decoración a todo color

Fueron Cristina y su madre quienes, con ayuda de los equipos de Artemisa y Enea, pusieron color a cada rincón con la decoración del gran día. “Queríamos que fuese una boda muy primaveral y alegre. Tenía claro que quería utilizar flores pequeñas mezclando tonalidades naranjas, rosas y amarillos. Para ello utilizamos ranúnculos, claveles y margaritas”, expresa. Ese ambiente alegre se trasladó también a la zona del baile, el patio de los naranjos, donde se animaron a incorporar una zona chill out, decorada con guirnaldas de luces alrededor de los naranjos: “para crear un ambiente más acogedor”, apunta.

La papelería nupcial que diseñó Cristina fue otro de los elementos que ayudó a conseguir ese aire primaveral que buscaban los novios. “Para aprovechar el tiempo en el confinamiento pinté unos paipáis con la fecha de la boda del 4 de Julio 2020. Como no fue posible celebrarla esa fecha, este año escribí la nueva, dejando la anterior como anécdota”, nos cuenta. Esta es una de las grandes anécdotas de los preparativos, pero ninguna es comparable al momento más especial para la novia: “la entrada en la iglesia acompañada por mi padre y mis cuatro sobrinas, que iban de damitas, fue el momento más especial. Ver que por fin había llegado el día y sentir la emoción de Gon y de todos nuestros familiares y amigos”.

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Quien iba a decir a aquellos jóvenes que se conocieron en la carrera lo que el futuro les depararía. “Yo soy de El Puerto de Santa María y Gon de Toledo. Nos conocimos en Madrid estudiando recién yo aterrizada en la capital con 17 años. Ambos íbamos a colegios mayores muy cercanos y aunque él era un año mayor que yo, en una noche de novatadas nuestros caminos se cruzaron y hasta hoy”, relata Cristina. Con 10 años de amor a sus espaldas, Gonzalo le pidió matrimonio en un viaje a Hawaii y ahí comenzó la otra gran etapa de sus vidas, una con la que sellaron su compromiso el 15 de mayo de 2021.

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