Marta, la novia del look parisino que se probó cincuenta vestidos

Nuestra protagonistas se casó el pasado mes de julio en Barcelona con un diseño urbano y muy chic del que se enamoró a primera vista

Por Estrella Albendea

Son numerosas las novias virales de 2020 que reconocen que, en medio de un año tan caótico, se dejaron guiar por las recomendaciones de las firmas y diseñadores en los que confiaron para su vestido de novia. Sin ideas claras, solo con conceptos en la cabeza, las protagonistas del gran día se jugaban todo a una carta: la de la experiencia de los expertos en el sector nupcial. Así sucedió con Marta, que se casó el pasado verano con su chico, de quien se enamoró en un flechazo. “Cuando empecé a buscar vestido solo tenía una idea en la cabeza: que fuera impactante y moderno. Lo buscaba más bien pegado al cuerpo, con algún brillo, algo que llamase la atención. Debí recorrer al menos 10 tiendas y probarme 50 vestidos. Ninguno me convencía. No me definían. Hasta que me probé el vestido Jonah de Rime Arodaky”. Lo hizo en The Muse Collective, punto de venta de referencia en España de la firma francesa.

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Un diseño con sello francés

Marta quedó cautivada con la pieza después de recorrer incontables rincones de París (donde reside) y de Barcelona: “Con sus muchas capas de organza y ‘tela de araña’, las lentejuelas bordadas, juegos de transparencias y escotes de escándalo (por delante disimulado por la tela de arañada), todo apuntaba a que era un buen match con mi decoración elegante y urbana”. Y desde el primer momento se mantuvo firme en su decisión de mantener la prenda tal y como la encontró, a pesar de las circunstancias provocadas por la situación sanitaria entonces.

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Buscaba esa prenda que la dejara boquiabierta y no dio con ella, “hasta que me probé el Jonah de Rime Arodaky. En ese momento supe que iba a ser ese. Aún así fui a tres tiendas más para comparar, pero a pesar de llevar puestos otros vestidos, no me podía quitar a Jonah de la cabeza. Así que cedí a mi flechazo, y lo encargué”, confiesa. El día de la boda, el look de novia no podía estar completo sin unos accesorios repletos de significado y para Marta, pertenecían a un familiar muy querido: “Mi abuela me regaló, por mi 25 cumpleaños un precioso broche vintage para el día de mi boda, igual que hizo con mi hermana mayor. Me lo puse primero por encima de la peineta del velo en su versión unificada y, luego cuando me solté el pelo, me quité el velo y separé el broche en dos partes, que pincé a cada lado del escote de la espalda del vestido”. 

Los otros complementos fueron unos pendientes de A.B.Ellie que descubrió durante la prueba de su vestido y se convirtieron en un regalo de sus amigas de la infancia. “La idea era que hubiera un toque brillante que se moviera con mi pelo”, indica la propia Marta. Y el resultado terminó por ser muy favorecedor y original. 

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Ramo de novia clásico

El ramo de Marta era tan clásico como francés, sofisticado, elegante y nada recargado. “Al diseñarlo con la florista buscaba un efecto natural y sencillo. Con mucho verde y unos toques de flor blanca. Escogí el eucalipto que es una de mis plantas favoritas. Quería que acompañase mi look sin llamar demasiado la atención”. En torno a esta creación floral hay una anécdota de la que Marta nunca se podrá olvidar. "Mi padre, nervioso, fue a por el coche mucho antes de lo previsto. Estaba tan nerviosa durante esos últimos minutos, que me entraron unas ganas irresistibles de ir al lavabo.. Mi padre apareció por la zona, muy nervioso porque no me encontraba, y tenía prisa por ir a la Iglesia, prisa que me transmitió al acto en cuanto me vio. Así que salí disparada con él hacia el coche y me olvidé el ramo que había dejado sobre el chester negro. Lo mejor de todo es que no me di cuenta hasta llegado el postre cuando tenía que entregárselo a mi mejor amiga soltera”, relata Marta.

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Maquillaje y peinado original

A todos los ingredientes que marcaron su personal look, se sumaron el maquillaje y la peluquería, en línea con la estética urbana que los novios tenían en mente para su enlace. “Opté por dos peinados: un medio recogido más clásico para la Iglesia en el que podía fijar el velo por detrás con el broche de mi abuela, y un look más libre y moderno para la fiesta que consistía en llevar simplemente el pelo suelto, pero trabajado, con un estilo ‘wavy’ (ondas despeinadas). Al llegar al aperitivo me solté el pelo y me puse el broche en la espalda del vestido. Para el maquillaje quería algo que hiciera eco a la decoración, pero que fuese suave y elegante. Elegí una sombra de ojos plateada y el resto del maquillaje relativamente natural, con un pintalabios granate para resaltar los labios de manera elegante”, explica ella misma.

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Una historia de cuento                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

Pero, sin duda, si hay algo fascinante en el enlace de Marta y Mathieu, esa es su historia, un flechazo digno del cine más romántico. Se conocieron a finales de noviembre de 2014 en Lyon, Francia, mientras ella estudiaba allí. “En cuanto nos vimos no nos quitamos los ojos de encima. Pasamos el fin de semana entero juntos, y decidimos volver a vernos después. Yo tenía planeado irme de intercambio a Australia en enero, y ese último mes antes de irme lo pasé prácticamente entero en su casa. No hace falta decir que suspendí varias asignaturas en los parciales de diciembre”, concede.

Y continúa: “Pasadas dos semanas de estar juntos, una noche, en la habitación a oscuras, me anunció que por nada del mundo quería dejar pasar la oportunidad de construir un futuro conmigo, y que estaba dispuesto a dejarlo todo y venirse a Australia conmigo. ¡Así que para allá nos fuimos! Bueno, primero me fui yo y un mes más tarde vino él. Dejó su trabajo, dejó el piso, se despidió y apareció en mi campus universitario después de 36 horas de viaje. Cinco años más tarde nos casábamos”.

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Boda íntima con una decoración especial

Así fue como el ‘sí, quiero’ llegó el 18 de julio de 2020, después de un año y medio prometidos, en la fecha que deseaban, contra viento y marea. Sin embargo, el proceso no resultó sencillo, poco tenía que ver con lo que imaginaban cuando se comprometieron. “A la situación excepcional del Covid había que añadir el hecho de que era una boda ‘binacional’. Novio e invitados franceses, Novia y boda españolas. Lo más difícil fue gestionar el estrés de los demás. Por nuestra parte estábamos en directo con los proveedores, que fueron todos muy comprensivos y flexibles con la situación. La ventaja que tuvimos también fue que muchas bodas se cancelaron y éramos prácticamente la única boda que muchos de nuestros proveedores iban a realizar, así que pudieron estar muy disponibles”.

Para que todo se desarrollara con normalidad, diseñaron su propio método: “Mi padre se confinó, junto con el resto de mi familia, en la casa donde se celebraba la boda, y con tanto tiempo entre manos se dedicó plenamente a la preparación del jardín para la boda. Fue entonces cuando realizó el logo (M&M) en la pared del frontón (donde montamos la carpa con las mesas y la pista de baile)”. Además de la colaboración de su padre, Marta y Mathieu contaron con la ayuda de sus proveedores, que facilitaron procesos como la reducción del número de invitados (pues muchos decidieron no asistir) o la sustitución de los clásicos puestos de cóctel, de tipo bufé, por otros formatos permitidos.

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“La boda tenía lugar en la casa de Llavaneras que construyeron mis abuelos. En plena naturaleza y con vistas al mar, era el lugar perfecto para tener una boda campestre”, introduce Marta. Sin embargo, cuando llegó el turno de decorar este espacio, los novios sabían que lo silvestre no iba con ellos, buscaban un estilo más urbano. Decidieron transformar el jardín familiar en un salón cosmopolita al aire libre, empezando por decoraciones florales muy especiales y siguiendo por un mobiliario poco previsible: “Para ello alquilamos sofás y taburetes de terciopelo, chesters, sillas de metraquilato, mesas y taburetes dorados, alfombras y pusimos también alguna lampara de pie. Negro, dorado y rojo fueron los colores prominentes de la decoración, que me recordaban al estilo de los boudoirs de las années folles”.

Con la decoración de Crimons y el trabajo del catering Mercès, el enlace fue todo un éxito y hoy la pareja solo puede recordarlo con un sonrisa. “Lo mejor del día fue la emoción. La emoción de consagrar un proyecto de vida con mi pareja, la emoción de compartirlo con mis seres queridos, la emoción en las caras de la gente. ¡Y a todo ello había que sumarle las ganas de fiesta después del confinamiento! Fue realmente un oasis de diversión en medio en un año de privaciones”. Quizá por esa emoción, todos y cada uno de los obstáculos del año se terminaran olvidando, porque un enlace siempre merece la pena y los novios “deben concentrarse en ellos, en su unión”, concluye Marta.