La boda de Ana, la novia médico que hizo magia con su vestido midi

Tras meses difíciles y posponer la boda en tres ocasiones, nuestra protagonista celebró un bonito enlace con 30 invitados y un look memorable

Por Estrella Albendea

Cuentan los novios que se han dado el ‘sí,quiero’ en los últimos meses que ahora las bodas tienen todavía más magia y, aunque los procesos son mucho más complicados que años atrás, las ceremonias bien merecen la pena. Cuando novias virales como Ana explican su historia, se hace fácil entender lo que supone organizar un enlace a día de hoy y cómo, después de vencer obstáculos, las parejas siempre se reafirman en que han tomado la decisión correcta. “Eduardo y yo nos conocimos en Madrid en la universidad, estudiando medicina. Llevamos juntos más de siete años, hemos vivido muchas cosas, pero nada como este año. Creo que ha sido una buena prueba de amor, vivir la ilusión y desilusión, la incertidumbre y los cambios de planes que te pone la vida en un momento tan importante para una pareja y salir de ello con más amor, no solo nuestro, sino de todos aquellos que nos han acompañado”, introduce ella misma.

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Una boda íntima y muy segura

El enlace de Ana y Eduardo tuvo lugar a principios de este año tras tres intentos para poder llegar al altar. “Teníamos previsto casarnos en Oviedo el 21 de marzo de 2020 y después de tener que posponer la boda en tres ocasiones y todas ellas pocos días antes de la fecha prevista, a mediados de enero viendo que la situación iba a empeorar en las siguientes semanas decidimos casarnos en Madrid donde había más facilidad para todos”, apunta. La decisión definitiva supuso renunciar a invitados muy relevantes, en favor del cumplimiento de las medidas, que como médicos tenían siempre muy presente. 

"A la ceremonia solo pudieron venir 30 personas, todas muy importantes en nuestra vida. No podíamos ser más para tener la máxima seguridad. No se lo dijimos a nadie que tuviera algún riesgo o familiar cercano en grupos de riesgo. Si habíamos esperado tantos meses no íbamos a arriesgar ahora a nuestros invitados”, explica la propia Ana. Al finalizar su paso por la iglesia, se trasladaron al Club de Golf La Herreria, ubicado en San Lorenzo de El Escorial: “con nuestra familia más cercana”.

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Cambios durante el proceso

2019 fue el año en el que Ana y Eduardo empezaron el proceso de organización de su boda, con gran ilusión y mucho tiempo por delante, sin llegar a imaginarse todo lo que vendría detrás. “Teníamos claro que queríamos que fuera en Oviedo, de donde es Eduardo y en el Palacio de Meres. Desde entonces hemos tenido que organizar tres bodas distintas, adaptándonos a la situación en cada momento. La primera, que iba celebrarse en marzo de 2020, se anuló una semana antes; la segunda en noviembre, se ajustaba a las circunstancias pero también hubo que anularla 10 días antes, tras esto, pensamos en una tercera, íntima, solo con padres y hermanos, sin celebración posterior, y lo tuvimos que anular tres días antes debido a las restricciones de movilidad entre Comunidades Autónomas”, aclara. 

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Con tanto revuelo, la situación se volvió casi un reto, solo apto para una experimentada wedding planner, pero los novios no contrataron a ninguna para todo ello, en cambio contaron con otros ayudantes. “Nos hemos vuelto expertos en organización de bodas. Hemos contado con la ayuda de nuestras familias y amigas y, sin duda, con mi madre, que en tiempo récord volvía a planificar todo para la nueva fecha y conseguía lo que parecía imposible”, comparte Ana. Ellos no tenían en mente hacer una celebración en Madrid, repleta de improvisaciones y con un aforo reducido: “Hemos echado en falta a nuestros invitados que tenían todo organizado para pasar unos días estupendos en Asturias pero queremos que no pierdan la ilusión y vengan a la renovación de votos y celebración que haremos en cuanto se pueda sin riesgos, nuestro 2.0”.

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Confiesa Ana que la semana previa al ‘sí, quiero’ fue emocionante y estresante a partes iguales. Ilusionados, buscaron iglesia y espacio, volvieron a probarse las prendas que vestirían y lo prepararon todo junto a la familia. A pesar de que contaron con pocos asistentes, hubo hueco para anécdotas que siempre recordarán con una sonrisa y alguna lágrima emotiva. “El día fue especial en sí, pero sin duda, lo más especial fue que pudieran estar aquellos que han estado enfermos este año, que han sufrido la cara más dura del COVID y que ahora, gracias a Dios, nos estaban acompañando en la iglesia”, cuenta ella misma.

Y continúa: “La anécdota que quedará grabada en todos aquellos que estuvieron en la boda, fue cuando comencé el rito del matrimonio, y después de decir: “yo, Ana”, empecé a llorar y tras de mí mis padres. Vi que Eduardo comenzaba a tener los ojos vidriosos y posteriormente todos los invitados, después de 20 segundos yo seguía llorando y era incapaz de continuar hablando, hasta que todos pasaron del llanto a la risa, tragué saliva y pude continuar. Después de tantos meses de tensión había llegado el momento y no pude contener la emoción”.

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Adaptar la boda a las circunstancias

La situación sanitaria marcó por completo el 2020 de Ana y Eduardo, como médicos que son, y por ello extremaron la precaución y diseñaron su propio protocolo para evitar disgustos. “El Covid ha sido el factor principal y limitante en la vida de todos durante este año. Nosotros, por nuestra profesión, convivimos con él a diario y nos ha cambiado la vida al igual que a millones de personas. Para preservar la seguridad de nuestras familias y amigos, el día antes de la boda, nos hicimos todos una PCR, incluidos los novios, aún corriendo el riesgo de que hubiera que anularla por cuarta vez al dar nosotros positivo, pero mayor era el riesgo de no hacerlo”, defiende. La distancia de seguridad, la mascarilla, la normativa de aforo y las mesas únicamente con conviviventes fueron los otros invitados a su enlace. 

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Un vestido de novia midi

Más allá de las particularidades de la boda, hubo otros elementos que destacaron en el gran día. El vestido de novia de Ana fue uno de ellos, quizá el más brillante. Obra de From lista with love, contaba con un elegante aire retro en forma de largo midi al tobillo, cinturón con hebilla y cuello cisne. Era el mismo que la novia tuvo en mente desde el principio y que llevaba 10 meses esperándole en el taller de la firma. Sin embargo, hasta llegar a esa idea inicial, en la que Ana se imaginara de novia, tuvo primero que dar con los creadores adecuados a su estilo. Confiesa que nunca tuvo curiosidad por el sector nupcial, solo buscaba una pieza con la que reflejar su personalidad en su camino al altar.

“Nada más conocer a Macarena y Javier, decidí que ellos iban a acompañarme en este proceso que acabó siendo más duro y largo de lo esperado, que ellos harían de mi boda algo especial y que el vestido iba a ser protagonista sin lugar a dudas. Las ideas que yo tenía en la cabeza eran las mismas que ellos plasmaron en la primera visita. Ha sido muy fácil tomar cada decisión, salía sola, no dudábamos, no hemos cambiado prácticamente nada de la idea inicial y ha sido un disfrute desde el primer día”, concede.

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¿Cómo surgió un diseño tan original? Los zapatos, tal y como ella misma relata, fueron el punto de partida para idea todo el look. Con un modelo de Roger Vivier (idea de la madre de Ana) como referencia, el equipo de From lista with love se puso en marcha y combinó un tejido de pedrería para el cuerpo y un muaré para la falda. “En cada prueba he ido apreciando más su maestría, ya en la toile vi cómo iba a quedar y cada día salía más contenta del resultado. Son encantadores, acabas sintiéndote como en familia y viven contigo los preparativos y, en mi caso, todos los imprevistos como si fueran de ellos”, comparte orgullosa sobre los diseñadores.

Más tarde llegó la decisión sobre el ramo de novia, que encargó a la florista Loreto Aycuens, decisión que fue, además, todo un acierto, en palabras de la novia: “Conocí el trabajo de Loreto Aycuens porque hizo los ramos en la boda de una amiga y me encantaron. Y cuando fui a su floristería con mi idea de ramo me explicó los contras que tenía la flor la que yo pensaba, así que, aconsejada por ella decidimos que fueran cinco proteas blancas. Una flor distinta y que podía encajarmuy bien con el vestido y sí, fue un acierto”. Este detalle fue un regalo de su tío Pepe e iba decorado con la medida azul de la Virgen del Pilar y la medalla de Mater, la virgen de su colegio, que fueron otros dos regalos de sus íntimas amigas.

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Las joyas, lo más especial

Pero, sin duda, si hubo algo especial en el look de Ana para el gran día, eso fueron las joyas. Elegantes, bonitas y, sobre todo, con gran valor sentimental, completaron el estilismo con grandes dosis de buen gusto y un sello muy personal. “Llevaba mi anillo de pedida y los pendientes de brillantes de mi bisabuela Pilar. Por supuesto, el día de mi boda no podía quitarme la medalla que llevo todos los días colgada, es la medalla de la Virgen de Covadonga que me regaló mi abuela Pilili hace más de 10 años. Ella falleció meses antes de la boda y nuestras alianzas fueron su regalo”, admite emocionada. Algo más para recordar de un día que llegó después de luchar contra viento y marea. Y que marcará por siempre sus vidas.