Crea tendencia. Por mucho que doña Letizia trate de que su indumentaria sea lo más discreta posible —para que la atención se centre en sus actos y sus palabras y no en sus modelitos—, es inevitable: la ‘letiziamanía’ se encuentra aún en pleno apogeo. Desde que su nombre saltó a los medios vinculado al del príncipe, se ha escrutado con lupa cada uno de sus movimientos, amén de su indumentaria, de la que se han escrito ya casi tratados. La ‘fiebre Letizia’ comenzó después de la petición de mano, cuando se vendieron como churros imitaciones de su famoso Armani blanco. Y no es una exageración, ya que hasta en los mercadillos de pueblo colgaba de los tenderetes el modelo en cuestión.

Pero sólo era el principio: el cuello chimenea (que sabe bien que es el que mejor le sienta, y por ello lo eligió para el día más importante de su vida, el de su boda, además de en la petición de mano) se convirtió en un must de todo fondo de armario. Lo popularizó hasta tal punto, que ya hay quien lo ha rebautizado como ‘cuello Letizia’. Pero qué decir de su corte de pelo —escalonado y con tenues mechas rubias—, que hoy por hoy se sigue viendo en todas las esquinas y se ha convertido en el más solicitado en las peluquerías.

Pero, como decimos, la princesa ha intentado no convertirse en un referente de las últimas tendencias y se ha vestido siempre con un denominador común: trajes de chaqueta sencillos y elegantes, en ocasiones sobrios y en general sin demasiados adornos ni florituras. El autor de la mayoría de ellos es Felipe Varela, que se ha convertido en su diseñador de cabecera, firmando el grueso de su guardarropa. Fiel al estilo Varela —lo más alejado de una fashion victim—, doña Letizia sí que ha concedido un guiño a la complicidad con don Felipe.

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