Un 2 de febrero de 2002, hace exactamente dos décadas, la argentina Máxima Zorreguieta y el entonces príncipe Guillermo de Países Bajos se dieron el 'sí quiero' en un enlace de cuento de hadas que marcó para siempre el destino de la Casa Orange. Desde entonces, hemos visto a Máxima derrochar estilo y personalidad con sus fascinantes elecciones plagadas de pedrería o estampados, en vibrantes tonalidades o acompañadas de complementos vistosos. Es por ello que, visto en retrospectiva, resulta una gran sorpresa que el día del enlace real haya escogido un diseño nupcial sencillo, sin estridencias ni ostentosidades. Hablamos de un vestido color marfil con mangas francesas y cuello redondo con apenas dos elegantes apliques de encaje en los laterales de su amplia falda, que culminaba en una menos discreta cola de cinco metros de largo, seguida por su velo de tul floral. El mítico diseñador italiano Valentino Garavani, apodado 'El Emperador' invirtió tres meses en su realización por un valor total de 100.000, cifra propia de una boda real de este calible.
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