¿Bailar nos hace más felices?

Nos conecta con nuestras emociones, ayuda a liberar tensiones y produce conexiones neuronales que oxigenan el cerebro y lo estimulan.

Por Laura Bech

Bailar siempre es una buena excusa porque este movimiento corporal segrega dopamina y serotonina, dos hormonas relacionadas con el estado de bienestar y la felicidad. No hace falta que te guste bailar o que seas una bailarina de excelencia que conoce cada uno de los pasos de la última coreografía de Rosalía, sino de mover el cuerpo al ritmo de la música, te salga como te salga. 

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Bailar es sinónimo de alegría, es probable que  lo asocies con momentos divertidos de tu vida, fiestas y encuentros especiales, pero también nuestro cerebro está generando nuevas conexiones neuronales y esto produce felicidad.  A la segregación de dopamina y serotonina se le suma la oxigenación cerebral que produce bailar lo que termina por generar conexiones neuronales tan importantes y efectivas como hacer una rutina de ejercicios físicos.  Estas conexiones ayudan a mantener joven el cerebro y a potenciar algunas de sus funciones como los reflejos o la memoria. 

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Es una manera de estar cerca de las personas que quieres

El bienestar emocional que produce bailar tiene efectos secundarios. Tu alegría es contagiosa y lo mismo ocurre con la de los demás. Es algo similar a lo que pasaen la sesiones grupales de meditación. La energía del grupo trasciende y es un conector potente de energía y bienestar.

Por lo general, cuando bailamos lo hacemos en compañía de personas con las que estamos a gusto y nos sentimos bien. Un cumpleaños, una boda o un curso para aprender a bailar determinado género musical, son entornos donde solemos estar a gusto. Es decir que, bailar nos conecta con las personas que apreciamos y esto repercute en nuestro estado de ánimo. 

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Bailar o acompañar con alguna parte del cuerpo una melodía que nos agrada es algo natural, casi instintivo. Los niños lo reflejan muy bien, por muy pequeños que sean, son los primeros en dar palmas o mover la cabeza cuando escuchan acordes agradables y conocidos. En los adultos ocurre algo similar, a través del ritmo corporal, somos capaces de canalizar emociones y expresarnos sin mediar palabras. El baile es una forma de comunicarnos que podemos aprender en cualquier momento de la vida. 

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¿Qué pasa cuándo bailas sola en casa? 

Hemos visto que bailar en grupo es muy favorecedor, pero ¿qué ocurre cuando suena tu canción preferida un sábado por la mañana mientras ordenas la casa? Cuando bailas sola elevas tu nivel de autoestima, tu cuerpo se desinhibe con mucha más facilidad con la que puede hacerlo ante la mirada ajena y eres capaz de hacer movimientos extraordinarios dignos de Jennifer López o Justin Timberlake. 

Salvo que tengas alguna lesión que impida que te muevas al ritmo de la música, bailar no tiene efectos secundarios negativos, ni contraproducentes. La música ha sido, durante años, un lenguaje universal capaz de ser entendido por diferentes culturas y lenguas. Los antropólogos sostienen que, aquellas culturas que desarrollan un baile propio y representativo, tienen más posibilidades de sobrevivir. Compartir una danza nativa o distintiva favorece la unión y el entendimiento. 

Nunca es tarde para apuntarte a clases de baile

Swing, tango, salsa o hasta reggaeton, nunca es tarde para comenzar a bailar. Si crees que moverte se te da mal, eres arrítmica o temes pasar vergüenza por tus movimientos descompasados no tienes excusas. En los grupos de baile las personas no suelen fijarse en cómo bailan los demás sino en cómo mejorar sus pasos. Es un ambiente propicio para conocer gente con afinidades similares y moverte. 

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