Pareja

Si no tenemos hijos, ¿por qué vivir juntos?

Las presiones sociales no son tan fuertes y la clase de vínculo que queremos lo podemos elegir con mayor libertad.

Por Laura Bech

La rutina es la principal enemiga del amor, sobre todo del amor romántico y sensual. Nada puede afectar más a una pareja que los roces por problemas simples, pero a su vez determinantes, generados en el hogar. 

Vivir con la persona amada, muchas veces, significa renunciar a espacios personales y momentos de intimidad y reflexión. Cada vez son más las parejas que, teniendo un vínculo sólido y estable, deciden vivir cada uno en su propia casa. Es una tendencia mundial que no está relacionada con el género, pero si con la edad. Las personas mayores son más propensas a buscar estas parejas, mucho más que los más jóvenes. Con frecuencia este hecho se da por no tener hijos en común y tener menos presiones sociales, o reparar menos en ellas. 

Vivir juntos por el trabajo

El estilo de vida actual lleva a que muchas parejas sólo puedan compartir tiempo juntos si viven bajo un mismo techo. Cuando dos personas tienen horarios diferentes de trabajo, estudio y responsabilidades, vivir juntos es una de las maneras más sencillas de mantener el vínculo. 

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Si el trabajo implica viajes o jornadas fuera de casa, tener un sitio compartido al que volver es mucho más agradable que regresar a una casa sin nadie que nos esté esperando. Cada pareja construye su vínculo según sus necesidades y gustos y no hay uno más válido que otro.

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Vivir juntos por dinero

Vivir juntos por problemas económicos cuando la pareja no tiene hijos es menos habitual que las que deciden hacerlo pero con menores. Son situaciones concretas, que suelen durar una temporada, pero no se sostienen en el tiempo. 

Con frecuencia, cuando las dificultades económicas se solucionan, las parejas emprenden su vida en casa diferentes. Es una situación similar a la de una pareja con hijos. Cuando un matrimonio elige mantener la convivencia para facilitar el cuidado de los hijos en común, opta por un vínculo distinto, más pragmático que sentimental.

Si uno de los integrantes de la pareja atraviesa una situación personal difícil, la convivencia puede ayudarlo a salir reforzado. Se trata de circunstancias puntuales que solo los miembros de la pareja pueden valorar.

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Vivir juntos por gusto

No tener en hijos en común no significa no tener planes y proyectos juntos. Vivir juntos por el mero gusto de estar en compañía del ser amado es tan válido como optar por la no convivencia. Esta clase de relación suele darse en parejas menores de 50 años, los mayores de esta edad, analizan y ponderan mucho la decisión de convivir. 

Las parejas que deciden vivir juntas por el mero gusto de la convivencia suelen comprender que, podrían vivir perfectamente bien sin el otro, pero los hace más felices el estar juntos. Son vínculos respetuosos, de amor recíproco y sin presiones, en los que cada día se vuelve a elegir a la persona amada. 

Cuando dos personas deciden convivir están asumiendo una serie de pautas y cambios a corto y largo plazo. No significa que quieran más a su pareja por tener este deseo, sino que están dispuestas a negociar, ceder y pautar a cambio de pasar más tiempo con la otra persona, porque lo que recibe merece la pena. 

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