Estos son los bulos históricos del bronceado

Desde nuestra más tierna infancia hemos oído los peligros de bañarnos en el mar sin hacer la digestión y, sin embargo, poco se hablaba de los serios peligros de tomar sol y los bulos que se mueven a su alrededor.

Por Cristina Soria

Cuando nos referimos al bronceado conviene llamar a las cosas por su nombre. La piel es un órgano, el más extenso de nuestro cuerpo, pues recubre todo nuestro organismo, y cuando está muy  moreno, se puede decir que lo hemos tostado. Podríamos decir que de la misma forma que si pusiéramos nuestro corazón o los pulmones bajo un grill. Cierto es que la piel está preparada para recibir las inclemencias térmicas y ultravioletas, pero no por ello debemos abusar.

La piel bronceada no es síntoma de salud

El tono de piel más saludable es el tuyo, si estás parcialmente morena lo que estás haciendo es inducir un color por medio del bronceado, es decir, de tostar las células de tu dermis como cuando haces carne a la parrilla. Y si tu tono de piel se ha vuelto muy oscuro por el sol, atención, estás jugando con tu salud.

De la misma forma que hay tendencias de moda que no son saludables, aunque estén popularmente aceptadas como atractivas, como las tallas pequeñas y los stilettos, de entre todas las agresiones que puedes hacer a tu propio cuerpo, una de las más evidentes es dorarte al sol desde un tono de piel blanco nuclear hasta un marrón chocolate.

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De entre las consecuencias más evidentes y contrastadas del bronceado excesivo están el cáncer de piel. Según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) el 90% de los casos de cáncer están producidos por una exposición al sol prolongada y sin guardar las precauciones necesarias.

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Sólo hay que broncearse en el mar o en la montaña

Un dato muy revelador, también recogido por un estudio de la AEDV, consiste el estudio del porcentaje de personas que solo se protegen del sol cuando están en la playa o en el campo, es decir, que solo se acuerdan de protegerse cuando salen de su entorno habitual. Este dato asciende hasta un 94%, lo que evidencia el peligro que corremos, paseando por nuestro entorno natural sin una debida protección; y la paradoja que se produce cuando en similares circunstancias nos protegemos solo si consideramos que estamos de vacaciones.

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La protección solar no es todopoderosa

A veces pareciera que por el mero hecho de llevar protección solar de 50 podemos pasar todo el día en la playa sin padecer la agresividad del sol. Esto es un grave error. No solo hace falta renovar el protector cada cierto tiempo, en función de si hemos sudado, nos hemos rozado con la arena o nos hemos bañado ampliamente, sino que además, por sí solo, el protector solo es una medida contra los rayos del sol.

Cuando vamos a pasar tiempo debajo del sol siempre es necesario hidratarse convenientemente, llevar un sombrero que nos proteja la cabeza de posibles insolaciones y mantenernos a la sombra siempre que sea posible. Esto último muy especialmente en las horas centrales del día, cuando el sol está más alto y sus rayos se muestran más agresivos con nuestra piel.

El bronceado ayuda a sintetizar la vitamina D

Esta cuestión es del todo cuestionable. Pues siendo cierto que el sol ayuda a que sinteticemos la vitamina D, con 10 minutos diarios de exposición sería suficiente. Nada que ver con pasar toda la mañana al sol. Pasado este tiempo, el organismo ya no va a sacar más provecho, no puede sintetizar más vitamina D, ni lo hará de forma más eficiente, y tampoco existe una necesidad orgánica para que eso se produzca.

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