Esta es la auténtica cara de los alimentos procesados

Los alimentos ultraprocesados se han camuflado a lo largo de cuatro décadas como la alternativa rápida para comer barato, pero hoy en día buscan un lavado de cara y se describen como productos más caseros y saludables. Sin embargo, y los estudios científicos insisten en ello, nuestra alimentación corre peligro cuando confiamos en los ultraprocesados.

Por Cristina Soria

Los alimentos ultraprocesados fueron creados siguiendo un triple objetivo: alargar al máximo su duración, ofrecer una solución rápida para consumir productos que si elaboramos en casa pueden llevarnos mucho tiempo, y ser extraordinariamente baratos.

En ningún momento se estimó que una de las cualidades de estos productos tuviera que ser fomentar una alimentación saludable, ser equilibrados o naturales, sino todo lo contrario. Por eso, como efecto colateral, los ultraprocesados son incluso dañinos.

Porque la forma que se encontró de alargar extraordinariamente su fecha de caducidad fue recurrir a conservantes químicos, con alto contenido en sodio y glucosa. A su vez, para resultar baratos, se recurre a materias primas de una calidad mínima, que disimulan su aspecto y sabor gracias a la cantidad de colorantes, saborizantes y aromas que aportan.

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Cuarenta años entre nosotros

El boom de estos alimentos fue en los años ochenta, cuando se vendían estos productos como una alternativa divertida, rápida y sabrosa. Desde canelones ultracongelados, bollería industrial de colores chillones y hasta patés que no eran patés. Nadie reparaba en su composición real, aunque lo cierto es que estaban elaborados con unos valores dietéticos que hoy nos parecerían delicatessen comparados con sus actuales herederos.

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Progresivamente, los alimentos procesados ha dejado de ser comida real, y de esta manera cada vez resultan más rentables desde el punto de vista de su producción, pues los procesos químicos y las sustancias implicadas se han sofisticado mucho y ahora se consiguen texturas y aromas tan artificiales como rentables. Los porcentajes de carne en los ultra procesados cárnicos en ocasiones es inferior al 40%, y, de la misma manera, cuando compramos patatas fritas con sabores, lo que menos tienen son patatas.

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Cuestión de márketing

De la misma manera que en los años 80 los primeros procesados se ofrecían como una alternativa rápida y divertida a la clásica y “aburrida” comida casera, los ultraproceados de hoy son conscientes de que ahora las necesidades son otras, y nos preocupa sobre todo que aquello que comemos sea sano, más allá de que sea divertido u original. Se han vuelto a desear aquellos valores de antaño: lo casero, lo auténtico y lo natural.

Por eso, ahora los ultraprocesados se visten bajo esa imagen y ya no recurren a la rapidez o a la economía para convencer, sino a que son recetas de sabor casero y con productos naturales. Pero la inmensa mayoría de ellos no ha cambiado su composición, solamente se han dado un lavado de cara, y juegan al límite con la normativa para poder etiquetar sus productos con palabras que la legislación prohíbe como “artesano”, “biológico”, “extra” o “natural”.

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Cuidado con sus consecuencias en tu salud

Somos lo que comemos, y cuando consumimos ultraprocesados estamos asumiendo un riesgo importante para nuestra salud. Porque las materias primas con las que se elaboran no son naturales, y cuando lo son, proceden de las partes más dudosas y con menos calidad. 

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Varios estudios coinciden en apuntar que los productos ultraprocesados son los culpables del sobrepeso ascendente de nuestra sociedad. Una investigación de la Universidad de Navarra publicada en el American Journal of Clinical Nutrition, concluía que estos productos han ido empeorando drásticamente nuestra alimentación a lo largo de la última década, y conecta este hecho con la incidencia de la obesidad en nuestra sociedad.

Además, los niños son un grupo muy vulnerable para sufrir los efectos perjudiciales de los ultraprocesados, pues los alimentos infantiles tienen una capa de marketing muy poderosa. De hecho se asocian con campañas de dibujos animados, se anuncian en televisión como un fenómeno popular, y cuando los niños empiezan a consumirlo se corre la voz. A su vez, el efecto de sus sabores y aromas potenciados rozan el efecto adictivo.

Otro estudio muy reciente, realizado por una docena de investigadores de epidemiología nutricional y de cáncer, ha llegado a la conclusión de que un aumento del 10% de alimentación a base de productos ultraproceados podría estar relacionado con un 10% de riesgos de cáncer en nuestra sociedad.

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