Zinc, cómo te ayuda y dónde encontrarlo

De entre todos los minerales que nuestro organismo necesita para blindarse contra enfermedades y para equilibrar nuestros procesos internos, el zinc es uno de los más valiosos y a la vez el que en menos densidad se encuentra en nuestro cuerpo.

Por Cristina Soria

El zinc es un mineral que fue bautizado en alemán, y en español significa “pico”, en referencia a la silueta dentada de la calamita, que fue el metal a partir del que se obtuvo cuando se descubrió. 

Este elemento está presente en el cuerpo humano en una proporción de 40 miligramos por cada kilo de peso, sin embargo y pese a ser un mineral vital para funciones críticas del organismo, es uno de los que en menos densidad se encuentra en el cuerpo humano.

El 20% del zinc está en nuestra piel

Son muchas las funciones del zinc en nuestro organismo como, por ejemplo, activar el metabolismo de las proteínas y las grasas. Pero además neutraliza los radicales libres, asociados a la contaminación, el efecto del tabaco o una dieta grasa.

Además, el zinc ayuda a mejorar la elasticidad de nuestra piel, porque alrededor del 20% del zinc de nuestro organismo se destina a la dermis, en aspectos tan variados como la pigmentación de los ojos, los músculos, uñas y pelo y elasticidad de los huesos.

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Cuando los niveles de zinc en nuestro organismo no son los recomendados podemos resfriarnos con mayor facilidad, e incluso contraer gripes fuertes. Quienes están bajos de zinc tienen más riesgo de sufrir fatiga crónica, tener problemas de desarrollo, aprendizaje y de memoria. Además, por la vinculación del zinc a los tejidos oculares, su carencia puede producir problemas de visión.

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Aunque tu dieta tenga zinc, podrías no estar aprovechándolo

El zinc solo se adquiere mediante la alimentación, y pese a que podamos estar manteniendo una dieta adecuada para su absorción, podríamos vernos con un nivel por debajo de lo necesario cuando nuestro organismo se ve inmerso en un cuadro de anemia o cuando padece una enfermedad renal o cardiovascular. Sin embargo, la situación en la que el zinc merma con mayor velocidad y cantidad es ante cuadros de estrés agudos.

Que los niveles de zinc se rebajen por padecer estas dolencias es una pescadilla que se muerde la cola. Estas enfermedades inhiben la absorción del material, por lo que impiden que pese a que se esté ingiriendo con normalidad, llegue a ser asimilado por el intestino delgado. Sin embargo, la propia carencia de zinc provoca posteriormente mayor vulnerabilidad del sistema inmunitario y nos hace propensos a enfermedades del sistema circulatorio.

Aunque la cantidad recomendada en mujeres es de 8 miligramos diarios y 11 miligramos en el caso de los hombres, lo cierto es que hay personas que necesitan un mayor aporte por su condición física, ya que no asimilan el zinc con la misma facilidad que los demás: niños y ancianos, embarazadas o mujeres en plena lactancia, veganos, celíacos y en general personas que no tengan una buena absorción intestinal (como los afectados por la enfermedad de Crohn).

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Alimentos con zinc

No es difícil encontrar este mineral porque está presente en alimentos de todo tipo, aunque los pescados mantienen unos niveles considerablemente altos, en concreto las ostras y los mariscos. También de las vísceras animales podemos conseguir un aporte notable de zinc, y más particularmente en los hígados.

La carne blanca y roja tiene zinc, pero buscando su equivalencia vegana podemos encontrar zinc en el germen de trigo y en cereales como el arroz (integral), la avena, el mijo y el centeno. Y en legumbres, concretamente en los garbanzos y lentejas.

Además, las verduras de hojas verdes, como la lechuga espinacas disponen de este mineral. Y siguiendo con ejemplos vegetales, el pepino, el plátano y los frutos secos (nueces la que más) son los alimentos de origen no animal que más zinc pueden aportar a nuestra dieta.

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