La grasa corporal es necesaria

Olvídate de eliminar las grasas de tu alimentación, y disfruta incluyéndolas dentro de tu dieta, porque son más necesarias y menos perjudiciales de lo que parece.

Por Cristina Soria

Oímos hablar de grasa corporal y nos echamos a temblar, y no es para menos. Desde hace años escuchamos que una dieta rica en grasas es una bomba que aumenta nuestros niveles de colesterol, obstruye nuestras arterias y nos empuja a padecer problemas cardiovasculares, incluyendo el riesgo de sufrir un infarto.

Por otro lado, en los últimos tiempos hemos incorporado a nuestro lenguaje (y a nuestra dieta) el término “grasas saludables”, que ha despertado nuestra pasión por el aguacate, el aceite de oliva o el salmón. El caso es que parece ser que las grasas, en general, no son tan terribles y que podrían ser, incluso, necesarias.

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La Universidad McMaster en Ontario se ha dedicado a este asunto durante casi una década, analizando muestras de 135.000 personas de 18 países diferentes, para investigar la incidencia de la dieta en las enfermedades cardiovasculares de los participantes del estudio.

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Las grasas y el riesgo de infarto

Tras este estudio, la información acerca de las grasas parece cambiar de dirección, y algunos medios comunicaron que un dieta baja en grasa podría llegar a matarte. Esta idea choca de bruces con la idea clásica de que eso era precisamente el riesgo de una dieta rica en grasas, especialmente en grasas saturadas.

Pues bien, según los resultados obtenidos, parece que esto no es así, y que es más peligroso sustituir las grasas por carbohidratos que el consumo de estas, algo que ocurrió de manera visible en los hábitos alimenticios de muchas personas, al reducir la ingesta de grasas con la intención de evitar un mal mayor.

Ahora, es cierto que todas las grasas no son iguales. Las hay saturadas, insaturadas, poliinsaturadas (como las de los aceites de soja y maíz)... y no todas tienen los mismos beneficios ni cuidan de nuestra salud de la misma manera. Pero quizás las razones son otras.

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Las grasas que necesitamos

El asunto es este: lo importante no es qué tipo de grasa tomamos, sino la forma en que la tomamos. Un ejemplo muy claro lo encontramos en los ácidos omega 3 y omega 6, compuestos los dos que nuestro organismo no puede producir por sí solo y que debemos tomar a través de la dieta. En el caso del omega 3 podemos hacerlo de manera saludable mediante el consumo de pescado azul, por ejemplo.

Pero el omega 6 donde lo encontramos con mayor frecuencia es en aceites de origen vegetal, como en el de girasol, soja, sésamo y maíz, entre otros, o en productos que incorporan estos aceites, como las margarinas y galletas. En este caso la recomendación es clara: obtén esas grasas de manera beneficiosa para tu salud, tomando directamente el fruto seco que la contiene, no en aceites ni en productos ultraprocesados donde se convierten en grasas mucho menos saludables. 

Obtén ambos ácidos grasos a través del consumo de atún, salmón, frutos secos, legumbres, semillas de lino… y reduce la ingesta de aceites vegetales y de aliños de bote, como la mayonesa. De esta forma lograrás obtener gracias beneficiosas para tu organismo. Si no, el omega 6, lejos de cuidarte, puede provocar inflamación corporal.

Otro ejemplo es la grasa de los lácteos y la de los huevos, que no tienen un efecto negativo en la salud cardiovascular ni en el perfil lipídico, a pesar de que durante mucho tiempo se haya creído lo contrario. Esto no quiere decir que podemos comer grasas sin control, pero sí que podemos incluirlas con total tranquilidad dentro de una dieta variada y saludable, rica en frutas, verduras y legumbres.

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